26 octubre, 2004

El jokey

Siempre habría pensado yo que el Jockey (jokei si lo dijésemos en castizo) era un restaurante madrileño de esos a los que mi bolsillo no me permite ni soñar que iré (al menos en esta vida, quien sabe a donde puede llevarnos el ciclo de las reencarnaciones). Pero resulta que el hockey, que se escribe diferente pero se pronuncia parecido, es un deporte de masas (como la pizza, que también es un asunto de masas) en Cataluña, donde parece ser que tienen una selección que ha ganado algo, no se si el triangular de Navidad o el Trofeo Santiago Bernabéu, aunque esto último lo dudo.

El caso es que la celebración de tan sonado éxito polític… digo deportivo ha sido una especie de festín nacionalista en el que han participado, cual destacados miembros de la aldea gala de Astérix frente al banquete de cochino jabalín, todos los políticos catalanes excepto, menos mal, los de el PP de Piqué. Así, hemos “disfrutado” de las entrañables imágenes del Presidente de la Generalidad rodeado de banderas de otro sitio, con un curioso parecido con la oficial de la institución que representa pero con una estrella que no se si es un homenaje a los Sheriffs de EE.UU. o al pueblo del Rey David.

Tal ha sido el fervor patriótico que se ha despertado en tierras de Pascual I, tal el empuje con el que ha desembarcado en el panorama mundial, tal su superioridad moral (suponemos que propiciada por la celebración del Fórrum), que su responsable de deporte se ha atrevido a proponer, pedir o exigir, no lo sé muy bien, que España se busque otro nombre para competir en el extranjero, porque ya se sabe que el patriotismo de algunos se limita a la negación de otros.

La celebración paleta del localismo que hoy por hoy nos ofrecen los nacionalismos de txapela y barretina que sufrimos en este país es francamente curiosa, de hecho creo que nunca dejará de llamarme la atención. Además, y para colmo del estrambote, se permiten ir por la vida de cultos cosmopolitas cuando en realidad son simplemente paletos de pueblo, de los de nosotros semos los buenos y ellos los malos y mi puebro é lo mejó del mundo, vamos, de los que le tiraban piedras al equipo de fútbol (o de hockey, ese deporte tan de masas como la pizza) del pueblo de al lado cuando venían a jugar.

No hay comentarios: