25 octubre, 2004

A vueltas con la telebasura

Parece ser que el gobierno está decidido a acabar con la telebasura, al menos eso refleja la edición de hoy de La Voz de Galicia en un interesante y revelador artículo que les recomiendo leer.

Para lograr un objetivo tan aparentemente loable como el susodicho el ejecutivo va a favorecer determinadas medidas de autocontrol y, como corresponde a tan talantudos políticos, se hará a través del consenso (a la hora de consensuar cualquiera es bueno menos el PP y la Iglesia). Para ello se ha montado una reunión a celebrar mañana en la que la Vicepresi de la Cuota, Maria Teresa Fernández de la Vogue, se entrevistará con los gerifaltes de las cadenas privadas.

Personalmente, en estos temas la “autorregulación” impulsada desde el poder (además de ser una contradicción en sí misma) me produce un intenso escalofrío. No hay que olvidar que en el maravilloso y “liberal” panorama televisivo que padecemos las cadenas privadas trabajan en virtud de licencias concedidas por un plazo determinado y, por tanto, renovables o no a voluntad del gobierno de turno. Si, ya sé que se montaría un escándalo mayúsculo si algún gobierno decidiese cerrar una TV desafecta y que hoy por hoy eso parece imposible, pero ¿cuántas cosas aparentemente imposibles hemos visto ya?

Sin embargo, estas consideraciones no deben hacernos olvidar que lo de la telebasura ya pasa de castaño oscuro y que el nivel de la programación televisiva gratuita ya da vergüenza ajena al más pintado, pero ¿qué medidas se pueden tomar para evitar esto?

La tan cacareada autorregulación es la primera medida hipotética que se saca todo el mundo de la chistera. En mi humilde opinión no es sino una forma más refinada y, por tanto más terrorífica, de censura. El único que debe autorregularse es el periodista, que como cualquier otro profesional en cualquier otro campo debe realizar su trabajo con la ética por delante. Y aquellos como el asqueroso Sardá que carezcan de un mínimo de ética que, al menos, queden rebozados en el barro del descrédito e invalidados de por vida para cualquier cosa que no sea la facturación al por mayor de heces audiovisuales.

Personalmente creo que la única posibilidad de que el panorama mejore, aunque sólo sea un poquito, es abrir el mercado televisivo a una competencia real, que permita que el consumidor seleccione entre una mayor variedad de productos aquellos que son de su agrado. El argumento clásico de la chusma como Sardá es que ellos dan al público lo que la gente quiere ver, pero eso es una falacia: ellos ofrecen lo que es fácil de hacer sin esfuerzo y sin talento, porque cuando al público le das calidad también la consume. Eso sí: para hacer buena televisión hay que saber y, sobre todo, hay que esforzarse y ¿quién necesita esforzarse cuando los millones llegan sin sudarlos?

Desde luego, nadie sin un mínimo de ética.

No hay comentarios: