02 octubre, 2004

Yo, blogger

Hablaba el otro día con otro conspicuo conspirador agitativo sobre el asunto este de ser un blogger, especialmente aquellos como nosotros cuya principal materia prima es la política. Por supuesto, la conversación nacía de comentar el artículo que nos ha dedicado recientemente el señor Moscú, digo Berlín, en el que yo no sé ustedes pero el abajo firmante se sintió complacidísimamente citado, que hablen de uno aunque sea mal, ¿no?

Bueno, pues discutíamos sobre nuestra actitud hacia esto de las bitácoras y mi interlocutor (al que por supuesto mantendré en el economato no por nada sino porque no le he pedido permiso para citarlo) me explicaba con buen criterio que para él esto no es más que un hobby, sin mayor trascendencia y, por supuesto, en ningún caso imbuido de una “misión” o nada parecido.

No puedo estar más de acuerdo con él: respecto a lo primero está claro, puesto que ni nos da de comer ni es previsible que lo haga en un futuro esto no puede ser más que una afición y nosotros meros amateurs, en el mejor sentido del término; en cuanto a lo segundo, seríamos peligrosos iluminados (como el señor Moscú, digo Berlín), si nos creyésemos los adalides o los representantes de algo más que nosotros mismos, al fin y al cabo somos poco más que cuatro gatos a los que leen otros ocho, lo cual no quiere decir que no pongamos nuestro granito de arena día a día (a poder ser en el ojo de alguien, je je) para que las cosas cambien o mejoren.

Pero una vez dicho todo esto, creo que ni el amateurismo ni el limitadísimo papel como creadores de opinión deben hacernos pasar por alto que, al menos respecto a nuestros no por escasos poco valiosos lectores, tenemos cierta responsabilidad, pues esto es inevitable cuando escribes algo y lo pones al alcance de la gente, sea mucha o poca.

Yo al menos así lo siento, y aunque nunca me había parado a reflexionar demasiado en ello, intento con variada fortuna cumplir con algunos principios difusos: esforzarme en mantener un nivel de calidad en la escritura tan alto como pueda; estar más o menos informado para luego poder opinar (admito que este es quizá mi punto más débil, no tengo ni la paciencia ni el tiempo para hacer más, espero que puedan disculparme); y, sobre todo, ser honesto: como ser humano opinante me equivocaré dos veces de cada tres, pero estén seguros de que lo que aquí leen nace de una reflexión que podrá ser superficial en ocasiones, pero que siempre será honesta.

No es mucho, pero quizá es más de lo que pueden decir algunos que se dan una importancia tremenda, ¿no creen?

No hay comentarios: