Paseaba yo esta tarde por la populosa isla de Manhattan y al llegar a una de sus más notables plazas que responde por Union Square me he topado con una especie de manifestación/mitin/charanga en contra de la Guerra de Irak, Bush y las habituales cosas por las que se protesta en los países civilizados (más que nada porque en los otros, que es donde la gente tendría más motivos para quejarse, resulta que no le dejan a uno protestar, al menos hasta que ZP alicate lo de la santa alianza de civilizaciones).
Bueno, a lo que íbamos, la movilización de masas estaba compuesta por una media docena de ciudadanos provistos de pancartas y megáfono. Todos estaban callados menos el que portaba el megáfono al cinto, cual si de una gaita se tratase. El gaitero en cuestión en lugar de ofrecernos unas copiñas de sidra estaba soltando un tostón sobre la libertad de expresión que les había quitado el gobierno (pese a lo cual él la estaba ejerciendo con megáfono y todo) y sobre los crímenes de guerra de Bush, Condi y toda la pandilla.
Esto ha sido muy curioso y francamente revelador: según yo llegaba se ha acercado una chica al megafónico “espíquer” y cogiéndole por un instante el micrófono le ha dicho en palabras que no he llegado a entender (no se acababa de oír bien) lo que podríamos denominar “cuatro frescas”; la reacción del intelectual / campeón de la democracia ha sido ridiculizar a la chica porque era rubia y estaba buena (que vive Dios si lo estaba), un argumento que no puede dejar de parecernos de una profundidad y una riqueza analítica sin par. Cuando una mujer menos dotada por la madre naturaleza se lo ha hecho ver al gaitero éste se ha limitado a no dejarla hablar: él había ido allí a soltar su discurso y creerse revolucionario y no estaba dispuesto a que le jodiesen la fiesta con razonamientos.
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