"A toro pasado, todos somos Manolete. Treinta años después de muerto Franco, todos son antifranquistas".Así empieza su artículo de hoy en el ABC Antonio Burgos, una tan feroz como justa diatriba contra la numerosísima tribu de los “antifranquistas” que surgen tal día como hoy año o tras año como setas otoñales, y en un otoño de más setas que éste por cierto.
Y es que a Don Antonio Burgos y a mí hoy nos parece un día adecuado para, en lugar de darnos un baño de cómo-luchamos-todos-para-derribar-la-tiranía, afrontar la tristeza (¿la vergüenza?) de que el dictador se nos murió en la cama, con más años que Matusalén y mandando como no había mandado nadie desde Felipe II.
Pero curiosamente si uno hace caso a la progresía de hoy en día por aquel entonces las manadas de luchadores por la libertad poblaban España como los dos millones de chinos que en el chiste jugaban un partido de fútbol en una cabina de teléfonos; lastima que la realidad fuese otra como bien dice Antonio Burgos:
"Los antifranquistas cabíamos en un taxi. Tirando largo, en un microbús. […] Y puedo jurarles que entonces, allí, pidiendo la libertad, no había masas enfervorizadas, sino unos tíos de trenca y pana con más jindama que porros".Han pasado 30 años, pero eso no es nada, tanto tiempo después unos y otros siguen en el mismo sitio: los más mamando del presupuesto y la subvención para pegarse la vida padre, los menos frente al poder (sea el que sea) y luchando por las libertades.
Lo único nuevo es que, en lugar de rojos y judeomasones, los primeros llaman fachas a los segundos.
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