24 noviembre, 2005

De cómo se siembra la crispación

El periódico digital El Plural tiene una sección de encuestas en las que hace gala de la pluralidad que se le supone por su nombre. Uno de los últimos sondeos nos interroga sobre qué obscuras intenciones tiene el PP para manifestarse a favor de la Constitución el próximo 3 de diciembre.

Como en todas las encuestas de la prensa digital la cosa consiste en que los periodistas hacen una pregunta y ofrecen a sus lectores diversas opciones de respuesta, en este caso tres. La cuestión está en este caso formulada con claridad: ¿Qué pretende el PP con el acto del 3 de diciembre en Madrid? Las respuestas van desde lo obvio (Defender la Constitución, que es lo que dicen los convocantes) a las interpretaciones que, en su misma pluralidad, el periodista presupone porque para algo es muy listo: Atacar al Estatut o Sembrar más crispación.

Vayamos por partes, la segunda respuesta es sencillamente deliciosa, pese a lo mucho que desde las páginas de ese periódico y similares se ha explicado la perfecta constitucionalidad del texto del Estatut resulta que un 3% de sus lectores sigue pensando que defender la constitución es atacar al texto de las cortes catalanas. Incomprensible.

La tercera opción, que por cierto arrasó entre los plurales lectores del plural medio, tiene mucha menos gracia, pero es la más significativa y representativa del momento en el que vivimos: ahora resulta que defender la legalidad vigente, honrar a la más importante de nuestras leyes, es sembrar crispación.

Y es que esa es la gran mentira que están intentando tejer entre el gobierno, sus aliados y determinados medios de comunicación que tienen más bien poco de periodístico y de los que los pobrecitos de El Plural no son sino la más insignificante expresión, aunque eso sí, singularmente disciplinada: defender el actual marco de convivencia es crispar.

Para que nos entendamos, España (perdón, el quería decir el Estado Español) lleva 27 años con la misma constitución, un periodo singularmente largo para nuestra triste y azarosa historia. Han sido, sin duda alguna, las tres décadas de mayor crecimiento económico, las más prósperas para todas las capas de la sociedad, aquellas en las que un mayor porcentaje de españoles ha visto como su vida mejoraba de forma más significativa.

Ahora hay quien quiere cambiar el marco que ha permitido esa prosperidad, sin que casi nadie lo haya pedido, sin que todos estemos de acuerdo y saltando a no sabemos muy bien qué, pero los que crispan no son ellos y sus comilitones, sino los que defienden que, como dicen los famosos humoristas, si hay que ir se va pero ir para nada es tontería.

Ya lo decían los clásicos, en este caso Quevedo:

Mal oficio es mentir, pero abrigado:
eso tiene de sastre la mentira,
que viste al que la dice; y aun si aspira
a puesto el mentiroso, es bien premiado.

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