06 mayo, 2008

Todavía queda sentido común en el PP

Muchos de los que, por unas u otras razones, hemos votado habitualmente al Partido Popular en los últimos años estamos en las últimas semanas muy preocupados por lo que está ocurriendo en el PP (incluso más todavía por lo que NO está ocurriendo); así que comprobar que todavía hay personas importantes dentro del partido que no sólo están cargadas de sentido común sino que también tienen la valentía de defenderlo en público es un alivio: no todo está perdido.

Así me he sentido hoy, un tanto aliviado, al leer las declaraciones que ha hecho Gustavo de Arístegui y en las que reclamaba dos cosas tan básicas como que el PP no deje de hacer oposición, y que Rajoy comunique lo antes posible el equipo directivo que someterá a la aprobación del congreso de junio.

La importancia de lo primero no hay que explicarla, aunque sí hay que reseñar que, probablemente, nunca habría sido tan fácil como ahora oponerse a Zapatero con datos como los de hoy del paro. La importancia de lo segundo quizá no sea tanta, pero tampoco es baladí: cuanto más cerca del congreso se conozcan estos nombres y otros extremos de la propuesta de Rajoy al partido, más búlgaro, opaco y poco democrático será y más visible resultará el tinglado en el que estos saraos acaban convirtiéndose.

El problema es que tras dos derrotas electorales, lejos del poder y con una importante empanada ideológica, yo creo que al PP lo que menos le interesa es dar la imagen de apaño búlgaro a la que parece que el congreso de Valencia se encamina.

Esperemos que más voces sensatas como la de Arístegui se oigan y lo impidan o, al menos, que nos recuerden que todavía hay algo de raciocinio en la calle Génova.

2 comentarios:

Libertymad dijo...

Yo creo que en el PP hay una rebelión en toda regla contra Rajoy, pero como aquí no hay "cultura de eso", que diría Ana Botella, todo son filtracioines, cotilleos y advertencias.

Anónimo dijo...

Cuando Rajoy se transmuta en Júpiter tonante para amenazar con expulsar de su Olimpo a los que no le aplauden con suficiente entusiasmo, me recuerda un chiste que leí hace años. Un político increpa desde un balcón a una multitud que se extiende a sus pies diciendo: “¡O yo, o el caos!”. Y la multitud contesta: “¡El caos, el caos!”

Aplíquese el cuento, D. Mariano. Entre usted y el caos, va a ser el caos.