31 marzo, 2004

La calidad en la enseñanza

Mi madre tiene casi 60 años. Cuando era una niña y en su situación social (imagínense una casa en la que hay carencia de TODO, excepto comida, y aún gracias a Dios) estudiar no estaba al alcance de la mayoría, o mejor dicho, no todas las familias podían o querían hacer el esfuerzo que suponía dar estudios a sus hijos. De hecho, ni siquiera mis abuelos pudieron hacerlo con sus tres hijos, sólo con los dos menores.

Sin embargo, mis abuelos (que como digo eran gente perfectamente normal para los estándares de la época y el lugar) entendían que ese inmenso esfuerzo valía la pena, porque tener unos estudios garantizaba que sus hijos disfrutarían de una posición económica y un prestigio social mucho mejores que los suyos. Lo mismo entendía mi madre, que sacrificando un montón de cosas mucho más apetecibles para alguien de su edad consiguió ser maestra, y con el soporte de ese título me ha dado a mí un gran bienestar cuando dependía de ella y la educación necesaria para ganarme el pan de una forma satisfactoria.

En definitiva, toda esta historia viene a cuento de que antes estudiar era una garantía de mejorar. De hecho, para todos aquellos que no eran “hijos de papá” era el único camino por el que superar el nivel de vida que hubiesen alcanzado sus padres. ¿Qué hacía esto posible? Una enseñanza de calidad y un sistema rigurosamente selectivo basado en la capacidad y el esfuerzo del alumno, que era todavía más estricto y difícil en los centros públicos, lo que prestigiaba lo que podríamos llamar “el camino de los pobres”.

¿Con qué nos encontramos actualmente? Tras años y años de darle vueltas al problema del fracaso escolar, las geniales cabezas rectoras de los anteriores gobiernos del PSOE encontraron la piedra filosofal que solucionaba el fracaso: igualar por lo bajo (por otra parte una medida muy habitual en la izquierda). Así nació la LOGSE, cornada mortal al sistema educativo que dejaba a los profesores sin autoridad y a los alumnos sin estímulo, ya que lo mismo daba aprobar que suspender, como decía el tango: ¡ser derecho que traidor!... ¡Ignorante, sabio, chorro generoso o estafador!... ¡Todo es igual! ¡Nada es mejor!.

El difunto gobierno del PP intentó arreglar este desaguisado, pero se encontró con la cerrazón de los partidos nacionalistas, a los que sólo les interesa la educación como arma de adoctrinamiento en sus respectivas comunidades; y con la negativa del PSOE por la habitual mezcla de “antiPPismo” y progresismo igualitario mal entendido. Al final aprobó su ley (la LOCSE) en solitario.

El hecho es que una de las promesas electorales del PSOE era reformar o retirar la LOCSE pero ya antes de que ZP llegue a la Moncloa varias comunidades autónomas avisan que no piensan aplicarla, aunque es la ley en vigor. Es decir, anuncian que van a incumplir impunemente La Ley.

Bien bien, sigamos profundizando en esta educación de chichinabo, sigamos favoreciendo que los títulos universitarios sean papel mojado y que para ser alguien en el mercado laboral sea imprescindible un máster en alguna universidad americana, algo al alcance de todos los hijos del pueblo, por supuesto.

Eso sí que es progreso, eso sí que es avance social y estado del bienestar. ¿Que para lograrlo nos tenemos que saltar las leyes vigente? Ni un paso atrás, todo sea por "er pueblo".

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