En los últimos años, uno de los temas de discusión prácticamente universales es si se pueden transplantar tradiciones y usos políticos propios de la civilización y la cultura occidentales a lugares donde por sus costumbres, su religión y, en suma, su idiosincrasia, son extraños. La discusión se llega a prolongar hasta discernir sobre si esa exportación puede llegar, como se está intentando por ejemplo en Irak, a la imposición por la fuerza de la democracia al “estilo de occidente”.
Para mí, y más cuando leo noticias como ésta (una familia turca asesina a su hija de 14 años porque esta les ha “deshonrado” al ser secuestrada y violada), la respuesta a ambas preguntas es SÍ, un sí rotundo y con mayúsculas. Es más, no sólo es admisible sino que pienso sinceramente que es una obligación moral de las democracias occidentales, una responsabilidad que nos puede costar sacrificios como tener que enviar soldados a la muerte en países lejanos con los que parece que no tenemos nada que ver, pero a la que no podemos renunciar porque significa dejar en la estaca a millones de personas indefensas ante distintos tipos de totalitarismos y, aunque muchos son incapaces de verlo, porque nuestra propia seguridad está en juego.
Tenemos un tesoro en nuestras manos y nuestra obligación es ponerlo en las manos del mayor número de personas en todo el mundo. Este tesoro es la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el único sistema político que permite garantizar la mayoría de esos derechos: la democracia. Ambas son criaturas de la civilización occidental, de acuerdo, pero su validez es universal.
Las tradiciones que están en contra de ellas (como la ablación del clítoris, matar a tu hija porque a la pobre la han violado o el famoso burka) no merecen sino que luchemos contra ellas a brazo partido, por muy ancestrales que sean; los sistemas políticos que no garanticen unos mínimos de respeto al individuo y a sus Derechos han de ser combatidos y, si es necesario, con la fuerza de las armas; las religiones o las interpretaciones de algunas de ellas que no casen con esos derechos y con un sistema democrático con perfecta separación entre religión y estado que se aten los machos, porque vamos a ir a por ellos.
El “choque de civilizaciones“ es la excusa perfecta para que los dictadores, los fanáticos y todo tipo de talibanes varios opriman a su gente, pero sólo es una enorme mentira, las civilizaciones no chocan, tan sólo hay algunos aspectos de ellas que son totalmente inaceptables y que no pertenecen a ningún acervo cultural que haya que preservar, sino que son simple y llanamente una cafrada. Y si es necesario hacerles evolucionar a tortas habrá que hacerlo, lo que no se puede consentir es que la gente siga oprimida.
29 abril, 2004
Sobre el “choque de civilizaciones”
Posted by Unknown at 10:23 a. m. Menéame
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