11 mayo, 2004

El marciano

Hace unos meses, ante el delirio de su habitual público de analfabetos funcionales (el texto más largo que pueden leer es un mensaje SMS), mi “venerado” presentador marciano miró fijamente a la cámara y dijo con parsimonia: “George W. Bush es un hijo de puta”. Ufff, que valiente, eso sí que es periodismo arriesgado y defender la libertad y la democracia... con argumentos.

Puede uno pensar, con la candidez que nos caracteriza y viviendo ya en el “mundo del talante”, que alguien que se arroga la potestad de insultar sin más al líder de la mayor democracia del mundo tiene tras de sí un bagaje ético y moral impresionante. Pero resulta que, como ya he dicho en otras ocasiones, Javier Sardá es un señor que como profesional me merece mucho menos respeto que la más arrastrada de las prostitutas de la Casa de Campo. Obviamente, eso es una opinión personal muy subjetiva y algo radical. Sin embargo, estos días podemos leer en la prensa en papel y digital una curiosa noticia que nos da una idea de la categoría moral de este personaje y que puede ser más objetiva que mi exabrupto.

Al parecer, en su glorioso programa cultural (seguro que pronto le rebajan el IVA) se emitió una entrevista en la que se ridiculizaba a un chico con una minusvalía del 60 % y cuya edad mental es de 6 años, aunque la física sea de 39. La entrevista se emitió sin el permiso de la familia del joven (aunque los abogados de Tele 5 dicen que sí se disponía de ese visto bueno).

En cualquier caso, con permiso o sin él, ¿puede caerse más bajo? ¿Hay algo más ruin y vil que mofarse de un disminuido?

El “ínclito periodista” se hace la ofendida como una falsa doncella cuando alguien le dice que lo que hace es telebasura; estoy de acuerdo con él: está alcanzado unas cotas tales que deberíamos acuñar un término nuevo como tele-chapapote o tele-residuo nuclear.

Señores, lo siento pero en este momento no lo puedo decir de otra forma: Javier Sardá es un hijo de puta.

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