21 mayo, 2004

Hablemos, pues, de las torturas

Aunque desde luego es un tema de primer orden, la cuestión saltó a las primeras páginas de los medios mientras estaba de vacaciones, así que me ha pillado un poco a trasmano y luego no he encontrado el momento oportuno para comentarla. Sin embargo el público lo reclama, así que habrá que coger el toro por los cuernos y enfrentarnos a ello.

Vaya por delante que la tortura es un acto absolutamente execrable, se cometa en Bagdag, Pekín o Sabadell. Además, suele ser ineficaz, no ayuda a ganar guerras porque el torturado, como es obvio, al final puede confesar que ha matado a Prim o que en realidad se llama Islero y corneó a Manolete.

Dicho esto, y ateniéndonos al caso que nos ocupa, me parece que hay cuestiones que intencionadamente se obvian y que son tan importantes o más que el mero hecho de que se torture, porque desgraciadamente las vejaciones a los presos son algo habitual en muchísimos países y, sin ir más lejos, eran la norma en el paradisíaco Irak del colega Sadam.

Si hacemos caso a la administración americana las torturas son un terrible error (por el que se ha pedido perdón) y los culpables serán juzgados y condenados (ya hay un soldado que pasará un año en la cárcel y será expulsado del ejército). Algunas revistas, por el contrario, indican que en realidad sí se trataba de un plan premeditado y aprobado por el mismo Rumsfeld. Esto sería, obviamente, mucho más grave, pero tampoco me cabe la menor duda de que, de demostrarse, supondría el fin de carrera política de todos los implicados y, seguramente, su paso por el juzgado.

Todo esto significa que la tortura puede darse en una democracia, pero es siempre una anomalía en un sistema que tiene mecanismos y resortes para prevenirla y, en el caso de que ocurra, castigarla: poder judicial independiente, prensa libre, opinión pública concienciada y con una influencia real... cosas todas estas poco habituales en las repúblicas islámicas, en las monarquías teocráticas o en las satrapías más o menos comunistas. En definitiva, la democracia sigue siendo el mejor modelo político a exportar, aunque como toda creación humana sea imperfecta.

Los apocalípticos de la prensa y la opinión “progre” pretenden que este caso descalifique por completo la intervención en Irak, se olvidan de varias cosas: antes de la guerra la tortura sí era una práctica común en Irak, así como el asesinato en masa y esto lo demuestran las numerosas fosas comunes que se han descubierto y que, curiosamente, salen poco en los medios de PRISA o en Tele5.

Asimismo, los amigotes del Ejercito del Mahdi, financiado por Irán, y las milicias sunnitas que en realidad son restos del partido Baaz o exitosas importaciones de lo peorcito de todo el Islam, son grupos que utilizan habitualmente la tortura y el asesinato como medio para obtener sus fines políticos, no sólo ahora que son “resistentes” (puajj), sino en todos aquellos lugares en los que gobiernan o han gobernado: Irán, Sudán, Arabia Saudí, Siria, el propio Irak en su momento, el Afganistán de los talibanes... En esas manos quieren algunos poner Irak, seguro que sería un paraíso.

Como digo, e insisto en que esto es verdaderamente lamentable, la tortura es un patrimonio común de casi toda la humanidad, pero mientras nos desayunamos, comemos y cenamos con las fotos de los malísimos soldados USA prácticamente no sabemos nada de lo que ocurre en encantadores lugares como Chechenia, China, Cuba o Corea del Norte ¿qué posición ética puede defender quien tiene ese doble rasero?

Pues eso.

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