24 mayo, 2004

Niño, tate quieto

Uno de los temas que por lo que veo ha destacado en la Boba Real celebrada este fin de semana (¿no se habían enterado?) ha sido el comportamiento de los más recientes miembros de la Familia Real, bueno, los segundos más recientes: la tropa de bambinos que han traído al mundo las infantas y sus maridos infantos.

Yo era un niño bastante tranquilo a la edad de Froilán, admiración de las abuelas y beatas varias del pueblo por lo bien que sabía estarme quietecito en misa (que tiempos aquellos en los que iba a misa...). El propio príncipe Felipe parecía un marmolillo en los primeros actos en los que acompañaba a sus padres, a edades muy tempranas y con muchas más miradas puestas en él.

Sin embargo, las nuevas proles monárquicas, cuyo futuro tendrá sentido si lo tiene como figurones en actos de este pelaje, todavía no saben estarse tranquilitos, o mejor dicho, no tienen a nadie que les sacuda un buen coscorrón si están dando por el finstro delante de toda España y gran parte del extranjero.

Y para colmo, en El Mundo (papel) del domingo una de las cosas que se destacan es la espontaneidad y simpatía de Froilán, que estuvo “muy inquieto y bromista”. ¿Será esto la LOGSE, que también ha hecho estragos en la educación infantil? ¿O es un ejemplo más de la “tontoeducación” que se ha puesto de moda y que consiste básicamente en que los niños hacen lo que les sale de los cojones?

A partir de ahora, además, cuando el niño de la mesa de al lado nos esté jodiendo la tranquilidad que requiere disfrutar de una cervecita en la terraza del bar tendremos que soportar que nos digan: “Déjalo, pasa hasta en la Familia Real”.

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