08 julio, 2004

Las crónicas de Benivente 2: La Banda, ejemplo de la sociedad civil

En la sociedad civil en Benivente destacan dos instituciones de carácter más o menos privado que son las únicas que han logrado sobrevivir al paso del tiempo de manera bastante milagrosa y a pesar de sus métodos de gestión más que discutibles. Estas son: la Banda de Música y la Cooperativa Agraria.

La Banda se corresponde con la tradición valenciana alrededor de este tipo de agrupaciones musicales, algo que no deja de sorprenderme por su magnitud y por la persistencia del fenómeno en estos tiempos de discoteque y horteración triunfo. Actualmente, la Banda de Benivente tiene algo más de 50 músicos de todas las edades y niveles, no está nada mal para un pueblo de unos 1.400 habitantes.

Las actividades de la Banda se dividen en tres grandes grupos: ensayos, conciertos y certámenes y, sobre todo, participación en fiestas patronales y saraos de moros y cristianos, habitualmente en otras localidades de la zona y, en ocasiones, durante varios días en los que los músicos se desplazan fuera del pueblo a la fiesta en cuestión.

Probablemente ustedes mis lectores se felicitarán de que en un pueblo tan pequeño tenga lugar una actividad cultural tan potente. Bueno, pues sí y no. Es cierto que a través de ella la gente puede aprender desde la más tierna infancia solfeo y a tocar un instrumento, pero no es menos cierto que la formación que se da es absolutamente cerrada y provinciana, es decir, raro es el músico de banda que supera la fase del pasodoble y la marcha mora y explora con seriedad el mundo de la música, bien sea clásica o moderna (ojo, los hay, pero son eso: excepciones).

Por otra parte las bandas de música (todas, no sólo la de Benivente) cumplen una de las funciones que en tiempos desarrollaba la mili: son maravillosas escuelas de los peores vicios. Creo que prácticamente todos los músicos de banda que conozco han aprendido a beber, fumar y cualquier otra degeneración que se les ocurra en unos de esos entrañables viajes a las fiestas de moros y cristianos. No interpreten esto como una crítica al vicio y exaltación de la virtud, allá cada cual con lo suyo, pero lo que quiero decir es que la función de la banda es, muchas veces, exactamente la contraria de lo que cabría esperar de una “institución cultural”.

Luego está el tema de la gestión y los órganos de gobierno. Cualquiera podría pensar que un organismo de este tipo en un pueblo pequeño tendría a todo el mundo detrás apoyando su crecimiento y buena salud. Pues no, la verdad es que la banda y su Junta Directiva han sido un campo de batalla más para las luchas ente las facciones que han dividido siempre al pueblo: viejos y jóvenes, izquierdas y derechas, catalanistas y españolistas… Todo esto ha llevado a que normalmente la responsabilidad de cada miembro fuese inversamente proporcional a su capacidad, así que la Banda sigue teniendo, generación tras generación, los mismos defectos y carencias.

Alegórica historia, ¿no creen?

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