22 septiembre, 2004

Una historia ejemplar

Una de las grandes falacias que hoy en día parece instalada en lo que podríamos denominar el “inconsciente colectivo” es que todo es negociable. La tolerancia y el talante se entienden como un todo vale, así que no hay valores que sea necesario defender, los principios son algo carca y propio de curas y luchar por ellos es propio de fatxas.

Estamos, por tanto, creando una sociedad con pinta de sopa boba en la que lo mismo da ocho que ochenta, nada es malo y nadie tiene la culpa. El peligro que tiene ese relativismo social en el que todo puede ser objeto de una negociación es inmenso, pero nadie (o al menos nadie de los que desde el “buenismo” lo están impulsando) parece querer darse cuenta.

Sin embargo, hoy tenemos una historia en las noticias que creo que puede servir de buen ejemplo de esto y que, quizá (aunque lo dudo), haga que alguien abra los ojos: una mujer iraní (ah, ese paraíso de la tolerancia islamita) ha presentado una demanda para que su marido sólo la zurre una vez a la semana. Así quieren que veamos las cosas: ni pa ti ni pa mi, como está en tu naturaleza pegarme hazlo, pero sé tolerante, con una vez por semana está bien.

La actualidad es así a veces, triste pero generosa: en una única noticia tenemos el ejemplo de a lo que nos lleva el actual “todo vale” ético y de lo maravillosa que es esa civilización islámica con la que nos vamos a aliar en la Madre de todas las ensaladas.

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