23 noviembre, 2004

Los coches de macarra. Un poco de historia

Tradicionalmente el coche de macarra ha sido uno de nuestros más entrañables compañeros por las calles y carreteras del país antes conocido como España. En sus diferentes reencarnaciones ha estado aquí, a nuestro lado, adelantándonos en la medida de sus posibilidades o amenazándonos con sus acelerones en el paso de cebra, metiendo ruido, llamando la atención en suma, que para eso es un coche de macarra.

Hace tiempo un compañero de trabajo me dijo medio en broma medio en serio una frase definitiva sobre el mundo del automóvil: "un coche sirve para desplazarse y para que los demás se percaten de que te estás desplazando". Este profundo pensamiento ha sido captado a la perfección por los macarras, que cuando se han surtido de medios de transporte, bien con dos o con cuatro ruedas, han buscado cumplir con esos dos requisitos y, si me apuran, haciendo más hincapié en la percatación del prójimo que en la propia transportación.

Así, con el tiempo se ha desarrollado todo un arte en la selección y posterior personalización del vehículo que luego ha terminado dando origen al “tunin” pero que, y de eso nos vamos a ocupar ahora, nos ha dejado una maravillosa historia de coches de macarra: modelos que han sido punto de encuentro de los macarrillas de aquí y allá hasta el punto de que al ver uno de esos coches podíamos asegurar que dentro viajaba un auténtico y reconocido macarra, con los aderezos que, según la época, le hayan sido propios a su condición.

El primer modelo que puedo recordar que fue significativamente escogido por la chulería del barrio fue el Seat 1430. Se encontraba en dos colores: blanco y rojo y era aderezado con algunas pegatinas en su exterior y, sobre todo, por un cubrevolante bien en similpiel bien con efecto leopardo del que tendrían mucho que aprender los actuales "tuneros". El coche aceleraba menos que una mula vieja pero metía mucho ruido, con lo cual sus intrépidos conductores podían dar la sensación de que se desplazaban a velocidades propias de un bólido cuando en realidad pasaban de 100 una vez al mes.

Su sucesor en este envidiado trono fue el 131 Supermirafiori (por cierto, ¿alguien sabe qué quería decir esa sonora palabra?) también de nuestra SEAT. Como podemos ver los macarras seguían una línea continuista, apostando por el mismo tipo de coche con, eso sí, algo más de prestaciones y algo menos de ruido. De este modelo se trabajó mucho una versión con un color azulón bastante imposible, mientras la gama de adornos internos iba creciendo destacando los aderezos pensados para colgarse del retrovisor.

Por este mismo camino seguían los macarras, pero cambiando por primera vez de marca, cuando entronizaron al Renault 18, especialmente en color gris plata y también en un azul eléctrico capaz de espantar a un espantapájaros. Creo recordar, aunque les confieso que no puedo estar completamente seguro de este dato, que fue con este modelo con el que empezaron a proliferar las tapicerías de leopardo.

El siguiente coche que se hizo con el trono fue el Golf GTI, mítico en color rojo y que, comprado de segunda mano como todos los anteriores, logró incluso desplazar al Ibiza, que estuvo a punto de ocupar esa posición de privilegio. Las sucesivas versiones del coche de Volkswagen han logrado mantenerse en la cima de las preferencias macarriles durante muchos años. Lo más llamativo de este cambio fue que, por primera vez, los macarras disponían de un vehículo veloz, con lo que los adelantamientos demenciados, los acelerones de 0 a 100 en tres segundos y fenómenos similares se multiplicaron. Los principales beneficiarios fueron las gasolineras, los fabricantes de neumáticos y, por supuesto, las empresas de ambulancias.

El reinado del Golf ha durado hasta hace bien poco (cambiando el GTI por el TDI, por cierto) y en los últimos años se ha producido un sorprendente fenómeno que nos habla de la mejora económica de los españoles y, por extensión, de los macarras, que han pasado a comprarse coches de primera mano. Esta necesidad de que el coche sea nuevo y la escalada del propio Golf (que ya vale una pasta, oiga) ha hecho que los gustos de los macarras se hayan diversificado, de forma que actualmente los indiscutibles líderes de la categoría son el Renault Megane y el SEAT León, ambos en sus versiones turbodiesel más potentes. Asimismo se ha producido un cambio no menos significativo en las preferencias en cuanto a colores, siendo el amarillo en nuevo número uno con una ligera competencia del negro metalizado en el caso del León.

Por supuesto, además de estos vehículos hoy en día nos enfrentamos a un fenómeno que está incluso más allá del coche de macarra, que es, por así decirlo, su evolución como nosotros somos la evolución de los neandertales. Efectivamente, me estoy refiriendo al tunin, pero eso ya es materia para otro artículo…

1 comentario:

Anónimo dijo...

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