Vamos a inaugurar una nueva sección de esta bitácora destinada a una de mis pasiones: el cine. A partir de ahora les contaré qué veo y qué me parece, no porque piense que mi opinión tiene importancia o interés alguno ni, desde luego, tratando de influir en sus decisiones a la hora de elegir una película que ver, lo haré simplemente porque me apetece.
El caso es que ayer estuve viendo “Melinda y Melinda”, la última de uno de mis más admirados directores: Woody Allen. Ya sé que declarar mi admiración por el director en el segundo párrafo es dar demasiadas pistas, pero no puedo evitarlo, en mi opinión el cineasta americano tiene tres tipos de películas: las buenas, las muy buenas y las excelentes.
“Melinda y Melinda” pertenece al segundo grupo con bastantes posibilidades de colarse en el tercero si, como a los buenos vinos, el tiempo la trata bien. La película tiene una curiosa estructura narrativa que me recuerda a otro de los clásicos de Allen, “Broodway Danny Rose”, pues se desarrolla según unos personajes sentados a una mesa nos van “narrando” las dos historias de las que está compuesta.
La idea básica del filme es bastante sencilla pero muy jugosa: dos autores están de cañas con unos amigos discutiendo sobre si la vida tiene un sentido esencialmente trágico o cómico y como una prueba para descubrir quien tiene razón se les propone desarrollar una historia partiendo de una misma anécdota insustancial. Por supuesto, cada uno de ellos ve y desarrolla una ficción fiel a su idea, y el espectador va saltando con toda naturalidad de una a otra mientras ambas corren paralelamente ante sus ojos.
La protagonista de las dos es una excelente Radha Mitchell, actriz a la que no tenía el gusto de conocer pero que borda su doble papel. La acompañan un grupo de actores no demasiado conocidos pero que, como suele ocurrir en las películas de Allen, hacen un gran trabajo. A todo esto, si la faceta de actor de Allen no es santo de su devoción se alegrará de saber que en esta ocasión se ha limitado a dirigir; y si, por el contrario, es usted un incondicional del inseguro y neurótico personaje que suele interpretar no sufra la pérdida porque Will Ferrell se encarga de hacerlo a la perfección.
En definitiva, se trata de lo que podríamos denominar la típica película de W. Allen alrededor de sus eternas preocupaciones: el amor y su pérdida, los matrimonios, los deseos no realizados, las aspiraciones inalcanzables y, en definitiva, la maravilla que es esta vida, sea trágica o cómica ya que ambas cosas suele ser.
Imprescindible para los fans de Allen e incluso recomendable para los que no lo sean tanto.
10 noviembre, 2004
Una de cine: Melinda y Melinda
Posted by Unknown at 8:57 a. m. Menéame
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