Los lectores habituales de este blog ya saben de mi admiración por José María Aznar, al que considero uno de los políticos españoles más importantes de los últimos 100 años y, sin duda alguna, el presidente más importante de la historia de nuestra joven y, por lo que se vio ayer, en ocasiones mediocre democracia.
Así que permítanme que, con el punto de ironía necesario para estas cosas, señale que ayer volvió el hombre, el hombre político cuando la política es una ocupación digna, ejercida por personas con conciencia e ideales cuya principal preocupación no es llegar al poder y mantenerse en él (y puede afirmar esto porque lo ha dejado voluntariamente por cumplir una promesa e higiene democrática).
Como presidente Aznar ha tenido errores muy criticables y aciertos por los que creo sinceramente que debe ser reivindicado, pero para mí su verdadera importancia está en el plano de las ideas y, aunque suene un tanto contradictorio, en el de los sentimientos alrededor de las propias ideas. Cuando tras 40 años de penosa dictadura la izquierda aprovechó para arrinconar toda discrepancia de su pensamiento único (que ese sí que es único tanto por intención totalitaria como por escasez) Aznar recuperó el orgullo de defender un abanico de formas de pensar que no coincida con aquello a lo que cierta intelectualidad vacua da carta de legitimidad, sin tener ni razones ni altura moral para hacerlo.
Aznar, en suma, recuperó el orgullo de ser de derechas, conservador, liberal (sobre todo liberal desde mi punto de vista), reivindicó un espacio para hacer política y hablar de política sin tener que pedir perdón, sin tener que justificarse a cada paso, a cada palabra. Incluso nos recordó que somos españoles y que debemos estar orgullosos de serlo y que podemos sentirnos identificados con los símbolos (la bandera, por ejemplo) que representan a ese país que ya tiene, señores, más de 500 años de existencia en común.
Hoy lo ha dicho, como sólo él sabe decirlo, un gran escritor que no es precisamente de derechas, pero que es capaz de ver más allá del sectarismo barato que cierra los ojos de tantos. Así, escribe Francisco Umbral en su columna de El Mundo:
“En la sesión extra de ayer se vio claro que España, una vez más, tiene su hombre, pero las antiespañas ateas o beatas están a la caza de ese hombre. Los periféricos, los extremistas, la izquierda improvisada y la derecha pedánea persiguen a este hombre que hizo la Segunda Transición, que acabó con ETA, que intentó con éxito el socialismo de derechas, que trajo las libertades, las conquistas antes que su promesa y una seriedad adusta para gobernar desde el mal humor, que en realidad era un humor muy fino”.
Pues eso.
30 noviembre, 2004
Vuelve el hombre
Posted by Unknown at 9:40 a. m. Menéame
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