22 diciembre, 2004

¿Liberad al imán?

Ayer intenté escribir una nota humorística sobre las clases de Constitución y derechos humanos que va a recibir el famoso imán de Fuengirola. Recordemos que dicho sujeto había sido condenado a dos años de prisión por incitar a la violencia contra las mujeres, pero que la pena le ha sido conmutada por unas clasecitas de algo que supongo que será una especie de catequesis laica, así en lugar de dos años ha pasado dos semanas en el trullo. Pues como les decía intentaba yo abordar el asunto desde un punto de vista humorístico, pero me fue totalmente imposible. Y es que el tema no tiene ni pizca de gracia.

Hay varias cosas de todo esto que me preocupan, algunas de las cuales ya ha señalado Gabriel Albiac en su excelente artículo de hoy en La Razón (lectura obligada, oiga). El primero que yo subrayaría es el cachondeo judicial en sí, el hecho de que se condene a un individuo por un delito grave y contra el que la sociedad está extremadamente sensibilizada y que al final alguien se pase la condena por el forro… Es obvio que la principal función de la justicia debe ser intentar reinsertar al individuo, pero ¿no debe haber también algo de ejemplaridad para el que todavía no haya delinquido? ¿No debería incumplir la ley llevar aparejado un castigo que lo haga poco atractivo? Eso dicta el sentido común, un sentido del que parece ser que muchos jueces carecen.

No menos sorprendente me resulta la candidez judicial respecto tanto al individuo en sí como a lo que, como imán musulmán, representa el condenado, aunque esta candidez sí que la comparten los jueces con el resto de la sociedad. Como bien señala Albiac la sociedad no percibe la verdadera naturaleza del Islam, estamos un tanto anestesiados por la laxitud con la que a nuestro alrededor se practica el Cristianismo y por su avanzado estadio de evolución, y tendemos a pensar que todo el monte es orégano o incluso que, puesto que es antisistema, la Ley de Mahoma debe ser “más guay” (sí, es lamentable pero somos así de triviales.

Pero el Islam no es ni laxo ni flexible: es la sagrada palabra de Alá revelada letra por letra y frase a frase a su profeta Mahoma y reflejada minuciosamente en el Sagrado Corán. Así, cuando dice que (tomo del artículo de Albiac):

Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres, en virtud de la preferencia que Dios les ha concedido sobre ellas, y a causa de los gastos que invierten en garantizar su manutención. Las mujeres virtuosas son piadosas: preservan secreto lo que Dios preserva. Amonestad a aquellas cuya infidelidad temáis; encerradlas en habitaciones aisladas y golpeadlas”. Corán, IV, 34

No está ni fabulando ni siendo alegórico, sino explicándonos porqué el buen musulmán está en su perfecto derecho y respeta la voluntad de Dios si le sacude a su mujer (a una de las cuatro, por cierto) una buena zurra de vez en cuando.

Así que nuestro querido imán se verá impelido a elegir entre las leyes de los hombres (“Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”) y la Ley de Dios (“Alá os ordena lo siguiente en lo que toca a vuestros hijos: que la porción del varón equivalga a la de dos hembras.” Corán, IV, 11), y como hombre religioso que és supongo que tendrá claro a cuál de las dos obedecer, porque son diferentes e incompatibles, ha de ser una u otra.

En resumen, señores jueces, o les toman el pelo a ustedes o nos lo están tomando a nosotros.

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