14 diciembre, 2004

Ni hay pruebas ni las habrá (pero al final las hubo)

La comparecencia de ayer del Presidente del Gobierno en la Comisión del 11M fue un espectáculo cuanto menos sorprendente y he de decir que, desde mi punto de vista, no demasiado agradable. Obviamente no pude seguirla durante sus laaaaaaargas 15 horas, pero creo que lo visto en algunos de los turnos de preguntas y lo que se puede leer por ahí es más que suficiente como para tener una idea muy clara de lo que pasó.

Y lo que pasó fue que Zapatero, como prácticamente cada vez que tiene oportunidad de ello, se dedicó de forma sistemática a reventar todas las posibilidades de encuentro con el principal partido de la oposición que, no lo olvidemos, representa a casi 10 millones de votantes. No puedo ni calificar la irresponsabilidad de esta actitud cuando hay pendiente un cambio constitucional y cuando hay fuerzas políticas que están trabajando cada día y con todo el descaro por romper España, pero ZP se encuentra más cómodo en los brazos de los radicales que en el actual marco constitucional y ayer lo volvió a demostrar.

En esta labor de demolición no se paró en detalles, no le importó mentir, ni contar medias verdades, ni justificar lo injustificable, ni en hacer demagogia de la más brutal, ni en utilizar goeblesianas tácticas de intoxicación (por la repetición hacia el imperio). Y por supuesto tuvo la inestimable ayuda de un coro de aduladores que le dejaban los balones templadísimos en el centro del área para que él rematase a gol una y otra vez, vamos, que disfrutó más que un delantero centro al que le estuviesen metiendo pases Beckham, Platiní, Gordillo y Zidane.

Lo peor de todo es que el uso mediático de lo que allí se dijo será bastante efectivo, se han lanzado las consignas (“engaño masivo”, “terrorismo islamista radical”) y ahora los coros prosaicos, cafarélicos y radiofónicos las repetirán hasta que queden grabadas a fuego en el subconsciente de los votantes.

En resumen, lo de ayer y lo que va a caer a partir de ahora me da verdadero miedo, pero al final Zaplana me insufló un poquito de esperanza cuando con mucho tino le recordó a Rub Al Kabra como en otro tiempo defendía con igual eficiencia cosas como los crímenes de estado. Por entonces, casi como ahora, se decía que ni había pruebas ni las habría nunca, pero al final las hubo, y si no que se lo pregunten a Vera.

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