09 enero, 2005

A Javier Marías le molesta el vulgo

Javier Marías es un escritor al que admiro, o quizá debería decir que es un novelista cuya obra admiro. El resto de su producción no me parece igualmente notable, ni sus cuentos (de los que he de reconocer que sólo he leído unos pocos) ni desde luego sus artículos, que me resultan por lo general más bien prescindibles y en los que, desde luego, no se puede disfrutar de su densa y profunda prosa.

Sin embargo, cuando cae en mis manos un ejemplar de EPS suelo buscarle en su retrasada y privilegiada página, la misma que ocupaba hasta hace bien poco Antonio Muñoz Molina. Supongo que, al cabo, es de lo poco potable que trae el suplemento semanal prisaico, por lo general una recopilación de mediocridades y una guía de consumismo “high class”.

En su artículo de esta semana Marías profundiza en su actitud de hombre que lo sabe todo y que está muy por encima del común de los mortales. Así, suelta una curiosa (y furiosa) diatriba contra la nominación de Madrid como sede de los Juegos Olímpicos. Empieza señalando lo estúpidos que somos todos, ya que desde su atalaya intelectual el Sr. Marías se muestra muy sorprendido:

Si hay algo en lo que milagrosa e incomprensiblemente está todo el mundo de acuerdo es en desearle a Madrid lo peor que podría sucederle en los próximos años, a saber: ser nombrada sede de los Juegos Olímpicos de 2012.

Menos mal que lo tenemos a él para avisarnos, y eso que en realidad no nos lo merecemos, pues:

(..) suele olvidarse es que Barcelona contaba ya con una sociedad muy cívica, orgullosa del lugar, y con una cierta tradición de Ayuntamientos responsables y no bestialmente codiciosos y especulativos. No sucede lo mismo en Madrid, que se distingue y ha distinguido siempre por todo lo contrario.

Vaya, si yo tuviese la posibilidad de elegir como él la verdad es que no sé si tendría la gallardía (dicho sea sin ironía) de vivir en una ciudad con unas instituciones y una ciudadanía tan poco respetables.

Pero lo que más me ha molestado del artículo es la consabida y habitual queja contra las obras, que es el tema que más aparece en los artículos del señor Marías, muy molesto con que se mejoren las infraestructuras de la ciudad. En este punto se le escapa todo su mal gusto de niño rico:

La broma de que vivir aquí es como hacerlo en Sarajevo o en Beirut en los peores momentos de sus respectivas guerras ha dejado de ser una broma hace mucho.

Aclararemos que el Sr. Marías vive, según decía en una entrevista de hace tiempo, en una bonita casa en la Plaza de la Villa, en el corazón del Madrid más antiguo, una zona simplemente maravillosa a un paso de la Plaza Mayor, el Palacio Real o Sol. Supongo que es por eso por lo que no entiende que:

Ahora mismo están levantadas o valladas la Gran Vía, Plaza de España, Princesa, Sol, Ferraz, Marqués de Urquijo, San Bernardo, Carmen, O’Donnell, la Carrera de los Jerónimos, Cuatro Caminos.


Atendamos a dos ejemplos de los citados: en Cuatro Caminos se está desmontado un espantoso puente para el tráfico rodado, me imagino que los vecinos de la zona que sufren ahora la mayor parte de las molestias agradecerán luego la mejora en sus niveles de ruido, luminosidad y polución. Las obras en O’Donnell son parte del plan de mejora de la M30, la lamentable y normalmente atascada autopista que nos lleva a muchos madrileños a nuestro trabajo. Entre ellos no está, obviamente, el Sr. Marías, al que le molesta mucho que haya obras cuando se baja a comprar el periódico.

El Sr. Marías tiene un indudable talento que le permite una envidiable posición económica que no comparten la mayor parte de sus conciudadanos (que parece ser que tampoco tienen la altura cívica de los barceloneses), pero no se da cuenta de que su privilegiado modo de vida no tiene nada que ver con el de los que le rodean, que nos tenemos que levantar todas las mañanas y, ¡ay que mal gusto!, utilizar las calles, los túneles y los puentes para ir a trabajar.

Es lo que tiene el vulgo, que molesta mucho.

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