La situación política lleva un año evolucionando con una rapidez extraordinaria y nos encontramos con que prácticamente cada día estamos ante un nuevo escenario que hace pocos meses o incluso semanas ni se podría plantear. En qué medida esto es mérito del gobierno o muestra de que la situación se les esta yendo de las manos es un buen tema para otro artículo, pero eso será, efectivamente, otro artículo.
Pues bien, dentro de esta dinámica el último giro más o menos radical que ha dado la actualidad es la posibilidad de que el gobierno emprenda (si es que no lo ha hecho ya) una negociación con la banda terrorista ETA. Llevamos varios días desayunándonos, almorzando y cenando con este tema, así que se nos han ocurrido algunas reflexiones al respecto.
En primer lugar me preocupa la oportunidad del momento. No debemos olvidar que la principal y primera reivindicación de la chusma asesina de ETA es que las llamadas “siete provincias vascas” (lo que actualmente se conoce como País Vasco, la Comunidad Foral de Navarra y las tres provincias francesas que también se conocen como Iparralde) se constituyan en un estado independiente tanto de España como de Francia.
Da la casualidad que esas aspiraciones son “muy parecidas”, por así decirlo, a las de determinado partido político que está planteando un reto abiertamente inconstitucional, por vías descaradamente ilegales y en connivencia impúdica con el brazo político de los asesinos, un partido ilegalizado por los jueces al demostrarse que no es otra cosa que una parte de la organización terrorista. Al mismo tiempo, el secesionismo catalán y los partidos que defienden que hay que replantearse el “modelo de estado” tienen más poder que nunca.
Con todo esto, ¿es el momento adecuado para negociar? De un lado la banda fortalecida por su colaboración con el tripartito vasco y con ERC, del otro un gobierno cuya debilidad parlamentaria les hace depender precisamente de ERC y de IU (que es parte del gobierno vasco). Por si esto no es suficiente el debate sobre el modelo de estado abierto y aparentemente sin límites; la Constitución que se supone va a ser modificada y los estatutos de autonomía también en proceso de revisión. Parece que no afrontamos la cosa con un 100 % de garantías, ¿no?
Por otra parte, y más allá de la oportunidad del proceso, hay algo que me preocupa más todavía: toda de negociación consiste en que dos o más partes se pongan de acuerdo para intercambiar bienes, servicios o dinero de forma que el fruto de dicho trueque sea satisfactorio para todos. En el caso que nos ocupa parece claro que ETA propondrá como su parte del trato dejar de matar, que no es lo mismo que desaparecer, ojo. Pero ¿qué le puede ofrecer a cambio el gobierno? ¿El acercamiento de los presos? ¿Una amnistía? ¿Concesiones políticas en la línea de los disparates que defienden desde hace tantos años?
Zapatero es un hombre que día a día demuestra que las grandes convicciones no son lo suyo poco le costaría conceder el paquete completo, pero dudo que la sociedad española lo admitiese y,sobre todo, que eso generase en una verdadera solución del problema, amén de que no creo que los asesinos se conformen con poca cosa. En definitiva, hay muy poco margen para que un proceso así tenga éxito, pero con su mera apertura se le está dando oxígeno a ETA y, todavía peor, a todos aquellos que quieren romper España.
Por cierto, antes de empezar que alguien explique a nuestro presidente que concesión total y acuerdo total no son sinónimos.
21 enero, 2005
¿Y qué negociamos?
Posted by Unknown at 1:50 p. m. Menéame
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