04 febrero, 2005

Dos anécdotas sobre la libertad en el País Vasco

Obviamente, uno de los problemas del Plan Ibarretxe es que se plantea en un escenario en el que buena parte de la sociedad vasca no es libre para decidir. Casi todo el mundo está de acuerdo con esta formulación genérica, pero pocos somos conscientes de lo que realmente implica, nos limitamos a pensar en el pobre Savater con su escolta, o en lo valiente que es María San Gil.

Es decir, normalmente relacionamos la falta de libertad en el País Vasco con un problema que afecta a los políticos (no a todos, claro, pero esa ya es otra historia) y a determinados “personajes públicos” pero no a la “gente normal”. Sin embargo, en mi modesta opinión estamos ante algo mucho más profundo y dramático, que configura la forma de vida de todos los vascos y que, en muchos sentidos, ha creado una forma de ser.

Les cuento un par de anécdotas para ilustrar lo que quiero decir. Hace tiempo se organizó una “quedada” para los miembros madrileños de esa cueva de fascistas que responde al nombre de Red Liberal. Como es lógico se tramitó todo a través de una de las páginas, la de Daniel, y se concertó una cita a determinada hora en tal sitio, todo de forma pública y abierta.

Después de la cena en una de las pequeñas conversaciones me encontré hablando con una persona que vive en Madrid pero es, como tantos otros que han tenido que salir de allí, originario de las vascongadas. Para mi sorpresa me comentó que organizar una reunión con cierto matiz político como era aquella en la que estábamos de forma pública en Internet en el País Vasco era una locura impensable, algo que era imposible que ocurriese.

Otro día me comentó un amigo que estaba invitado a una fiesta con un grupo bastante heterogéneo de personas, entre ellos había algunos vascos (que como en el caso anterior viven en Madrid) con los que este amigo tiene bastante confianza y otros a los que conoce poco. Pues bien, parece ser que los primeros le habían pedido, con un tono amable y casi humorístico pero “dejándolo caer”, que no hablase de política, ya que uno de los invitados era nacionalista y en una ocasión anterior mi amigo había expresado tranquilamente sus ideas, seguro que educada y moderadamente porque él es así.

Yo tengo amigos de muy diversas adscripciones políticas, algunos de ellos convencidos catalanistas de Valencia, y nuestra divergencia de opiniones nunca nos ha hecho considerar la política como un tema tabú, se habla de ella cuando sale a la conversación y sin darle más importancia, porque de hecho no la tiene.

Sin embargo, incluso para gente que lleva años viviendo fuera del País Vasco la política es un tema delicado, que es mejor no tocar. He leído y oído a muchísimos periodistas y escritores comentar que lo peor de una situación en la que el poder público ejerce la censura es la autocensura que sobre sí mismos ejercen los creadores, que es mucho más implacable que la impuesta porque se interioriza como una parte del proceso creativo.

Pensando en estas anécdotas me doy cuenta de los años de violencia en el País Vasco han dejado una sociedad autocensurada, autolimitada, democráticamente minusválida. Y en esas condiciones plantear que un referéndum pueda terminar con “el conflicto” es ilusorio, hablar del “ámbito vasco de decisión” es ridículo cuando los que han de decidir tienen interiorizados todos esos miedos.

Primero paz, después unos añitos de desintoxicación y después ya se verá.

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