25 febrero, 2005

Evolución e historia del debate político en España

En épocas pretéritas (pero no tanto) este hermoso país por ahora conocido como España tenía un elemento muy peculiar en su política difícilmente comparable a nada en los países de nuestro entorno. Se trataba de lo que podríamos denominar “ventilación masiva de excremento corruptivo”, una táctica en virtud de la cual aquellos que eran pillados con el carrito del helado se afanaban en expandir las heces de forma que, al menos a los ojos del público, todos quedasen olorosamente impregnados.

Muchos de mis lectores recordarán la habilidad sin par de aquel gran político (ejem) llamado Alfonso Guerra en la ejecución de esta técnica concreta. Su magisterio fue tal que si bien no estoy seguro de que fuese el inventor su nombre merecería quedar ligado para la posteridad a este proceder que podría ser bautizado también como “el ventilador del Guerra”.

Los tiempos cambiaron, los gobiernos cayeron y volvieron a levantarse y con ellos los modos de hacer y entender la política se fueron trastocando. Así, hasta hace poco y durante un periodo relativamente largo el debate político español se basaba mayormente en lo que podríamos denominar efecto “y tú más”. Me explico:

- ¡Te lo has levado crudo!
- ¡Y tú más!

He de admitir no obstante que la Federación Socialista Madrileña introdujo una variante bastante divertida en esta prototípica batalla dialéctica. Ocurrió alrededor del famoso “tamayazo” y podríamos resumirlo más o menos así:

- ¡Esto huele a corrupción!
- Me lo demuestre en los tribunales.
- Uy, se le ha jodido la pley a mi ninio.

Sin embargo, a pesar de sus modificaciones puntuales y modas pasajeras, esta era la forma dominante de hacer política y debatir en nuestro país, al menos hasta ayer. Porque ayer los próceres del parlamento catalán nos llevaron a una nueva época dentro de la forma de debatir para la que propongo ahora una denominación (y el tiempo dirá si se acepta mayoritariamente o no), se trata del: “pues ahora me enfurruño”.

La cosa transcurrió, metafóricamente claro, más o menos así:

- Eres un desastre.
- Y tú te lo llevabas crudo.
- Pues o retiras eso que has dicho o menfado y ya no te ajunto más.

Como pueden ver, pasa el tiempo, cambian las caras (algunas) pero el nivel intelectual sigue inversamente proporcional al de desvergüenza.

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