La caja de Pandora de la concesión a Canal + para emitir toda su programación sin codificar se ha abierto y de ella han salido sapos, culebras, truenos y hasta tsunamis informativos. Desde mi punto de vista y como ya dije ayer lo que más me llama la atención del asunto es el descaro con el que se está llevando a cabo.
Pero creo que, tras los ohs y ahs de la “sorpresa” inicial llega el momento de plantearse un poco en serio hacia donde nos lleva esto y qué consecuencias puede tener. Es decir, es más que obvio que el gobierno del PRISOE se está afanando en pagar los favores recibidos (sí, había motivos) pero ¿puede derivarse del mal alguna porción de bien? ¿Será la apertura de Canal + efectivamente positiva para el pluralismo informativo como quieren hacernos creer?
La respuesta a estas dos preguntas (que casi son la misma) es, en mi modesta opinión, algo así como “ay, que me da la risa”.
Nuestro habitual comentarista Egocrata escribía en su propio blog un artículo al respecto, en el que defiende la tesis de que incluso con televisión analógica en abierto no tiene sentido decir que Polanco disfruta de un monopolio, ya que al fin y al cabo “sólo” tiene (las comillas son mías):
“• Televisión analógica, ámbito estatal: una de cinco, probablemente una de siete si salen las dos licencias nuevas previstas.El análisis del compañero es un tanto superficial para mi gusto, pues se limita a una mera enumeración de cantidades sin entrar a evaluar las audiencias de cada uno de esos medios. Este tema de las audiencias es absolutamente fundamental para valorar las cuotas de mercado de cada uno, máxime cuando estamos hablando en la mayoría de los casos de mercados hiperintervenidos en los que no cabe la entrada de nuevos jugadores y, por tanto, no es posible la competencia real.
• Periódicos de información general: uno de cinco, si contamos La Vanguardia.
• Periódicos de información deportiva: uno de cuatro, vendiendo mucho menos que el marca.
• Televisión de pago: una de tres, que los operadores de cable están por algo.
• Radio: posibilidad de tener hasta el 50% de emisoras por demarcación, hasta un máximo de cinco. En demarcaciones como Madrid o Barcelona hay hasta 25 emisoras, así que lo más probable es que sea una de cada cinco.
• Internet: un par de páginas de varios millones.”
Analicemos por partes: las televisiones analógicas de ámbito estatal privadas (y la distinción es importante) no son cinco, sino tres si se da entrada a Canal +. Por lo que se refiere a la televisión de pago quizá Digital + sea una de tres, pero significa un porcentaje ampliamente mayoritario del mercado y es la única no vinculada a otro tipo de productos (no es lo mismo que el cable) por lo que ostenta una forma muy clara de monopolio respecto a determinado producto.
Si hablamos de las radios el tema es especialmente llamativo: tiene la mayor de las radios fórmula (40 principales), otras radios musicales de singular importancia (M80, Cadena Dial…) y la radio informativa con más audiencia (SER) cuyo posición de dominio nace de una venta irregular (el estado se la dio a Polanco por cuatro perras) y de una compra no menos irregular (caso Antena 3 que ha sido objeto de sentencia por el Tribunal Supremo). No olvidemos que las frecuencias radiofónicas son también objeto de concesión administrativa y, por tanto, nos encontramos con otro sector en el que la competencia está claramente falseada por la intervención gubernamental, la mayor parte de las ocasiones espuria.
Por último, Internet sí es, por ahora, un ámbito con cierta libertad y competencia, el último quizás y sólo hasta que puedan impedirlo, que algunas ideas al respecto hemos oído ya. Y otra cosa en la que no entra Egocrata es en todos los mercados colaterales que sí controla Polanco: los derechos para las retransmisiones futbolísticas, para la emisión de películas, el propio mercado del cine, una buena parte del editorial…
En resumen, quizá y por ahora el Sr. Polanco no tiene un monopolio perfecto como el que disfrutaba Telefónica hace unos años, o uno de facto como el que sigue disfrutando la operadora, pero tiene una posición de dominio extraordinaria en mercados en los que es extremadamente difícil plantear opciones de competencia y que, para más INRI, son fundamentales para el normal funcionamiento de la democracia.
Y este último punto es fundamental, porque no estamos hablando del mercado de las patatas para guisar o las coles de bruselas (y, ojo, incluso en éstos debe haber leyes que protejan a los consumidores de los abusos que pueden suponer las posiciones monopolísticas), estamos hablando de la información y la opinión, de la libertad en suma. Estamos hablando de empresas, sí, pero no nos enfrentamos sólo a una cuestión empresarial, lo que está en juego es la democracia y buena parte de nuestra libertad.
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