02 abril, 2005

Desde la Séptima Avenida

Nueva York me ha recibido con día gris, plomizo, casi brumoso, con un matiz metálico que no deja de resultarme bastante apropiado. Tras dejar mis cosas y conocer a mi “casero” Conor he tomado el metro y he ido a recorrer Manhattan durante varias horas. Siguiendo el consejo de Conor he empezado por Times Square y junto a ella, en la calle 42, he salido por primera vez a las calles de la Gran Manzana.

Creo que la experiencia de recorrer un tramo de escaleras y aparecer por primera vez en una populosa calle de Nueva York sólo debe ser comparable a contemplar un gran espacio natural de esos que nos conmueven, como un gran lago de montaña rodeado de picos nevados o una cumbre lejana que se acaba de mostrar ante nuestros ojos en un pequeño claro entre las nubes. El espectáculo resulta abrumador, las riadas de personas, los enormes edificios, las siluetas de espacios o lugares que hemos visto tantas veces en el cine o en la televisión: a la izquierda Times Square, de frente el maravilloso rascacielos Chrysler…

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