Nueva York es una de las ciudades que mayor tráfico humano tiene de entre todas las que he conocido y, a decir de sus orgullosos habitantes (los neoyorquinos están muy pagados de sí mismos y de su ciudad, algo que puedo comprender lo bastante como para ser más o menos indulgente), es la única de Estados Unidos en la que se puede ver a gente, a mucha gente, andando por las calles.
No es de extrañar, por tanto, que en cuanto el buen tiempo aparece una acera populosa como la de la Séptima Avenida se convierta en un animado “firmódromo” en el que te piden que apoyes con tu firma las más variadas causas. Sin ir más lejos ayer en no más de 100 metros me dieron la oportunidad de protestar contra el estadio olímpico que quiere construir Bloomberg, el maltrato de animales y, lo más interesante de todo, las barbaridades que parece ser que está haciendo el gobierno Chino contra los miembros de Falun Gong. Ah, los viejos y entrañables regímenes comunistas, siempre inagotables fuentes de noticias sobre el respeto al ser humano.
Como pueden ver en la imagen adjunta, los miembros de esta secta, iglesia o lo que sea (pueden encontrar algo de información al respecto aquí) tienen una forma llamativa y chocante de protestar, pero es que su situación en China parece ser alarmante: según ellos (y también según AI, ver aquí) millones de personas son perseguidas y miles han sido ya asesinadas.
Más allá de que la información que encuentro en Internet (aquí o aquí, por ejemplo) hace complicado asegurar que Falun Gong sea una secta en el sentido destructivo que solemos asociar al término ¿daría esto derecho al gobierno comunista chino a hacer lo que está haciendo? La respuesta es obvia: no, pero como podemos ver en la página oficial de noticias de los comunistas (insisto, que son comunistas, por si alguien no se ha enterado, ni liberales ni fascistas ni conservadores: comunistas de pura cepa) chinos “no se le permitirá que abuse de las libertades y la tolerancia en detrimento de la paz pública y el orden”. Vamos, que lo primero es lo primero y los derechos humanos da la casualidad de que van a ser lo último.
Por cierto, ¿saben ustedes donde vive el señor Li Hongzhi, creador y líder del movimiento? Efectivamente, en ese infierno policial y represivo en el que la extrema derecha fervorosamente cristiana y el señor Bush han convertido a Estados Unidos y, más concretamente, a Nueva York. A todo esto, a los que se rasgaron las vestiduras con lo de Abu Gharib y Guantánamo no se les espera en esto que afecta a muchísima más gente, se ve que la factura del sastre les salió demasiado cara entonces y ahora no están por la labor.
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