26 junio, 2005

A vueltas con las televisiones, menudo mareo

Aunque ya es un poco tarde, no quiero dejar de comentar el lío que se ha montado alrededor del tema de las televisiones. Como ustedes sabrán el tema se resume en varios puntos: por un lado la decodificación total de Canal +, que pasará a llamarse algo así como La 4 y emitir en abierto las 24 horas del días; por el otro la apertura de un concurso para la concesión de una nueva licencia de televisión analógica, que según todos los indicios ya está concedida al Grupo Z; además, se reordena el mercado de la futura televisión digital perjudicando gravemente a los nuevos actores que entrarán en él; y, por último, se reforma RTVE en un claro movimiento de, como decía el Príncipe de Salina.

Para mí, lo más llamativo de todo esto es el descaro con el que actúa el gobierno, su falta de disimulo y su carta blanca para llevar a cabo cosas que en manos de “la derecha” habrían sido motivo de manifestación “espontánea” a las puertas de todas las sedes del PP, pásalo.

En primer lugar se cambian arbitrariamente las condiciones de una concesión para beneficiar a un grupo mediático cuyas buenas relaciones con el gobierno son groseramente notorias, por no decir algo peor; además se retrasa el llamado “apagón digital” (el paso de todas las cadenas a la tecnología digital) para dar tiempo a esta empresa a que rentabilice su inversión; si esto no es poco se convoca un concurso cuyo resultado ya todos conocemos en lugar de permitir que emitan dos cadenas que ya tienen una concesión; y encima se dibuja un panorama de la televisión digital que machaca concienzudamente a éstas cadenas en beneficio de los actores ya establecidos.

El indignadísimo editorial de ayer de El Mundo, uno de los grandes perjudicados de todo este sarao, llamaba la atención tanto por su comprensible carga de ira como por la extraña inocencia que demuestra el periódico. ¿Qué se esperaban de estos sectarios del talante? Bueno, supongo que un poco menos de descaro.

Hay una conclusión positiva de todo esto y es que ya no cabe llamarse a engaños, ya sabemos a lo que nos enfrentamos: a uno de los gobiernos más sectarios y corruptos (si señores, esto también es corrupción) de la historia de nuestra democracia y, desde luego, al más desvergonzado.

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