31 agosto, 2005

Algunos fascículos que echo en falta

Fue llegar el 22 de agosto, lunes, y los anuncios televisivos de las vespertinas programaciones documentales y telenovélicas se llenaron hasta los topes de la nueva avalancha de fascículos coleccionables con los que las benéficas editoriales esperan que nos entretengamos ahora que el duro invierno está a la vuelta de la esquina y pronto se acabará lo de tomarse unas cañitas en las terrazas al caer la tarde.

Así que aquel que quiera ocupar su tiempo y gastar su dinero puede elegir entre edificar una villa medieval semana a semana con materiales de verdad (luego a ver donde coño la guardan, esto que no se lo compre alguien que viva en un piso de esos de Trujillo); sentirse como una princesa y construir (joder con las mafias del ladrillo) su propia casa/palacio de muñecas a lo Barbie Raputzel (o como coño se escriba, paso de ir a Google por eso); leer toda la literatura histérico-sectaria que está tan de moda: que si los cátaros, los templarios o los masones (para este hay que tener unos huevos como los del caballo del Espartero, la verdad); o una colección no menos exhaustiva de libros de la Guerra Civil, que entre unos y otros se ve que la han vuelto a poner de moda; todo eso sin olvidar, por supuesto, los fantásticos relojes de bolsillo, las teteras de la abuela y similares parafernalias que para lo único que sirven es para atraer y acumular cantidades ingentes de polvo.

Sin embargo, y aun a pesar de la abundancia y la variedad de la oferta no puedo dejar de echar en falta algunas colecciones que podrían sernos de utilidad y que, a mi modesto entender, tendrían además un notable éxito comercial. Por ejemplo, ¿para cuando una edición lujosamente encuadernada en símil piel que reúna las obras completas de la familia Bardem? Me refiero a libros, obviamente, no a películas.

Otra por la que ya no puedo esperar más: “Biografías de grandes demócratas”, compuesta por unos cuantos tomos en papel de excelente calidad y profusamente ilustrados que nos cuenten hasta el más nimio pormenor de las vidas de aquellos que han defendido la libertad en el S XX: La Pasionaria, Castro, Stalin, Ceaucescu… como editor pueden contratar a Carrillo que los conoció y los trató mucho a todos (pura casualidad).

También quedaría de cine en nuestras estanterías una cuyo título podría ser algo así como “Historia y gentes de las naciones que componen la nación de naciones”, que vendría a ser algo así como “Un país en la mochila” pero con barretina en lugar de boina y por escrito en vez de en la tele.

Por último, y rindiendo pleitesía a una de las cumbres intelectuales de nuestro tiempo… ¿Qué me dicen de “Los discursos de Zapatero en punto de cruz”? Yo creo que la conjunción de sabiduría política con pasatiempo manual sería una bomba que reventaría las listas de éxitos de fasciculilandia este otoño, no sé a qué está esperando Santillana para lanzarse a la aventura editorial, bueno, quizá es que quieren anunciarlo en Canal 4…

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