11 agosto, 2005

¡¡Especuladores!!

Ha vuelto a ocurrir, la derechona fascista se ceba en los problemas más graves del pueblo llano para enriquecerse a costa de las penurias de la clase obrera, extrayendo la satánica plusvalía de todo aquello que tocan y condenando a sus conciudadanos a pagar precios abusivos por bienes de primera necesidad que en un país democrático de verdad debería proporcionarnos el estado de forma gratuita o, al menos, al alcance de nuestros sueldos obreriles.

En esta ocasión ha sido un destacado dirigente madrileño de ese partido que todos relacionamos con la especulación inmobiliaria (sí sí, es precisamente en ese partido en donde están hasta las cejas) el que compró un chalé en una buena zona de la sierra, lo ha mantenido cerrado a cal y canto durante unos añitos (¡con la falta de viviendas de alquiler que tiene el ministerio de Trujillo!) y finalmente lo ha vendido por más del triple de lo que le costó, en un ejercicio de fascista especulación que se resume en meter 30.000 Euros para sacar 348.000 (468.000 ha sido el precio de venta del que descontamos los 120.000 de la hipoteca), vamos, lo que se denomina un buen negociete.

A estas alturas se estarán ustedes preguntando si estamos hablando de Esperanza Aguirre, Gallardón o Lamela, por poner algunos nombres que me vienen a la cabeza… Pues no, se trata de Rafael Simancas, máximo dirigente del PSOE en la Comunidad de Madrid y azote de especuladores y constructores durante la última campaña electoral (y se ve que SOLO durante la campaña).

Ya un poco más en serio, he de decir que personalmente me parece estupendo que un ciudadano compre una vivienda para vivir en ella, como inversión o para poner un circo, que no es mi problema; pero me resulta indignante que el político al que más se le ha llenado la boca con la especulación inmobiliaria y que no ha dudado en lanzar gravísimas acusaciones a sus contrincantes sin tener pruebas que las respalden al final no tenga la decencia de abstenerse de hacer lo que él tanto ha criticado sin razón alguna.

Unos cardan la lana y otros llevan la fama. ¡¡Qué cara más dura!!

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