04 octubre, 2005

La valla, los soldados y un gobierno a la fuga

Ya hablábamos ayer por aquí de las avalanchas de subsaharianos que día sí día también están saltando o tratando de saltar las vallas que separan las muy españolas ciudades de Ceuta y Melilla de nuestro vecino marroquí, que tanto nos quiere. Hoy quiero volver a tratar el tema pero centrándome un poco en otro aspecto, más cercano a los hechos en sí.

Personalmente, el espectáculo me está pareciendo extremadamente bochornoso y no menos triste desde todos los puntos de vista: tanto por lo que significa de verdadera catástrofe humanitaria como por la espantosa imagen que estamos dando como país, puesto en jaque prácticamente todas las noches por una pandilla de desarrapados empujados por un sátrapa que, encima, pasa por ser nuestro coleguita y es receptor de múltiples e historiadas genuflexiones por parte de nuestro gobierno.

La última ha sido la espectacular actuación de nuestro ejército, enviado al lugar de los hechos como coartada publicitaria y objeto decorativo, pues me dirán ustedes que es un soldado al que no se le permite usar sus armas. Vaya por delante que no estoy yo defendiendo que según se acerquen los pobres inmigrantes tengamos que emprender una “balasera” como si eso fuese el difunto muro de Berlín, pero resulta extremadamente ridículo enviar a un punto de conflicto a unas tropas a las que no dejas ejercer de tales y resultaría más digno, tanto para ellos como para el conjunto de la nación (con perdón) que para eso se hubiesen quedado en casa.

Pero antes que eso está el catálogo de indignidades de nuestro gobierno frente al sátrapa marroquí, cuyos cuartos traseros deben de brillar a estas horas como bronce bruñido de tanto soportar el roce de lenguas hispanas. Pretenden hacernos creer que el todopoderoso monarca que tiene instaurado un régimen policial atroz en todo su país no es capaz de controlar el paso por su territorio de miles de personas cuyo color de piel y aspecto les delata continuamente; el que comulgue con tamaña rueda de molino que vuelva al jardín de infancia o que sea nombrado Ministro de Exteriores, pero a los que no gozamos de tanta inocencia el asunto nos parece una operación orquestada desde el mismo palacio con el objetivo de aumentar la presión sobre las dos ciudades españolas que tan falazmente reclama Marruecos.

¿Lo peor de todo? Pues que el sátrapa es un tirano cabrón, pero no tiene ni un pelo de tonto bajo el fez y sabe que la reacción de este gobierno cuando se le presiona es retirarse, correr, huir, evitar a toda costa el dolor o la mera demostración de fuerza, así que como la operación está demostrándose eficaz y exitosa no creo que la pare aquí: si yo viviese en Ceuta o en Melilla iría mandando CV a la península o comprándome chilabas.

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