05 octubre, 2005

Están de moda los estatutos

Y a cual peor, cabría decir.

Hoy miércoles se abrirá en el Congreso de los Diputados una ronda de comparecencias de presuntos “expertos” que durante cinco meses y a razón de dos por semana opinarán sobre los aspectos más importantes del proyecto de ley que presentó Izquierda Unida hace unos meses y del que ya hablamos por aquí con la preocupación que requiere el caso.

Ayer la edición digital de El Mundo dedicó un par de interesantes artículos al respecto, uno de ellos comentando alguno de los aspectos más polémicos del texto y el otro alrededor de las divisiones que está provocando entre las distintas asociaciones profesionales y sindicatos del sector.

Este segundo me parece especialmente relevante e interesante por varias razones la primera de las cuales es comprobar como los sindicatos y asociaciones están divididos de una forma que por otra parte era muy previsible, por una parte los primeros se muestran encantados por dos razones claras: lo que supone de cerrar la profesión y convertirla en un coto cerrado de unos cuantos privilegiados; y, no menos importante, por esos comiterns de redacción que son una perita de poder en dulce que me imagino esperan no dejar pasar. Del otro lado, las asociaciones reunidas en la FAPE y presididas por Urbaneja, grupos con un espíritu más de colegio de profesional liberal que de sindicato, están horrorizados como bien expresa el propio Urbaneja en una contundente declaración: “es una aberración” y desde el principio de todo se han mostrado frontalmente en contra: “los periodistas deben quedar fuera de la regulación política”.

De traca han sido las opiniones de Isaura Navarro, diputada de IU que fue la responsable de presentar y defender el proyecto: “hay un conflicto al respecto porque los sectores más liberales no quieren que se regule la profesión. Nosotros queremos este Estatuto para que los periodistas puedan ejercer su actividad con total libertad”. Descojonante por vía de la típica contradicción estalinista: más regulación para que haya más libertad.

El problema es importante, incluso vital diría, dentro de la maquinaría en la que estamos inmersos para instalar en España o lo que quede de ella algo solo vagamente parecido a la democracia uno de los elementos fundamentales es amordazar (aun más) a la poca prensa libre que quede, a los pocos periodistas libres que queden y, en suma, a toda opinión discrepante que se atreva a alzar la voz.

Señores, me temo que si esto sigue adelante nos vemos en las catacumbas, espero que al menos tengamos la dignidad de que estén llenas.

Hay legislaturas en las que uno no está para nada.

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