Ayer se aprobó el fin de la libertad de expresión en Cataluña. Ya andaba la pobre bastante pocha de unos años a esta parte pero ayer se la enterró y en una especie de akelarre laico todos los partidos del parlamento catalán le pusieron la losa tras clavetear el ataúd convenientemente.
Y digo todos porque el PP, que ayer votó en contra, se ha pasado toda la tramitación de la ley sumándose de forma entusiástica al “consenso” mayoritario que, como suele ocurrir en ese parlamento, es abiertamente liberticida: el ejemplo perfecto de que una mayoría democráticamente elegida puede convertirse en dictadura.
Pero a lo que íbamos: la nueva Ley Audiovisual de Cataluña es el atentado a las libertades fundamentales más descarado que se ha hecho en España desde el año 75. Es más, posiblemente si llega a aplicarse será todavía más grave las cosas que se hacían durante la dictadura: entonces al menos se necesitaba un juez para empapelar a un medio periodístico. Y es que la veracidad de una información o, lo que es peor, de una opinión, es algo difícil de demostrar y, sobre todo, es algo que no se puede dejar en manos de una serie de esbirros políticos nombrados a dedo por los partidos mayoritarios en un parlamente, es decir: por el poder.
Porque lo que es de verdad sorprendente e indignante es que los políticos en pleno ejercicio del poder, especialmente aforados y resguardados tras sus escaños, consejerías y prebendas varias, quieran mostrarse ante los ciudadanos como unos pobrecitos desprotegidos ante lo que puedan decir los periodistas. ¡Vamos anda!
Es obvio que todo este sarao se ha montado a la medida de la COPE, una radio con la que se podrá estar más o menos de acuerdo, pero que tiene tanto derecho como cualquiera a emitir sus opiniones y su información. Pero una vez que se deja una herramienta así en manos de una caterva de liberticidas no les temblará la mano en usarla contra todo aquel que levante la voz.
Lo más importante es el efecto que algo así puede tener sobre el periodismo, para que nos entendamos: una vez caiga la COPE, ¿qué empresa se arriesgará a sacar una noticia cualquiera que pueda no gustar a los capitostes de la Generalidad? ¿Con una ley así habríamos sabido algo del GAL, de Filesa o de Mariano Rubio? ¿Qué tal habría sido el paso de Roldán por la cartera de Interior? Y sobre todo, ¿habría contado la SER lo del terrorista suicida?
Pues eso, que a ver si nos enteramos: sin medios libres, todos, no hay libertad.
21 diciembre, 2005
La gran CACgada
Posted by Unknown at 12:40 p. m. Menéame
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