Cada cierto tiempo esa severa señora que es la Historia (supongo que enfadada porque no le hacemos ni puto caso) nos brinda la oportunidad de ver como un país o un grupo de países se despeñan. Suele tratarse, aunque hay casos de todos los colores, de procesos rápidos, pero no tanto como para que no se les vea venir y se puedan prever sus efectos devastadores.
Quizá por capricho, quizá para facilitar las cosas a sus estudiosos del futuro o quién sabe si para hacerse más comprensible, quiere la señora Historia muchas veces que ese proceso de desmoronamiento de un país tenga un día especialmente significativo, un hito del que podamos decir: ahí la cagamos. Es probable que el domingo fuese ese día para Bolivia, un país pobre que se encamina entusiasmado hacia unos niveles de miseria dignos de lo más negro del continente negro.
Evo Morales, elegido por una mayoría abrumadora en la votación de anteayer, es un líder político izquierdista extremadamente radical, que reclama la nacionalización de los hidrocarburos (prácticamente la única riqueza de su país) y que reivindica un indigenismo teñido de racismo y, por supuesto, de antiamericanismo, ese ingrediente que no puede faltar en ninguno de los cócteles que nos prepara nuestra izquierda global.
Sus propuestas económicas son las de alguien que ha reivindicado como referentes políticos a Castro y a Chávez, es decir, segura garantía de fracaso y miseria, pues ni tan siquiera cuenta con los petrodólares del gorila venezolano: la riqueza del subsuelo boliviano es notable, pero no se explota como Dios manda gracias, entre otras cosas, a Don Evo Morales. A partir de ahora y teniendo en cuenta lo atractiva que va a ser Bolivia para las empresas extranjeras esa explotación será todavía menos eficaz y generará aun menos riqueza (a excepción de algunas cuentas en Suiza, ya lo verán).
En un plazo relativamente breve de tiempo estamos viendo como Venezuela, Argentina y la propia Bolivia deciden alegremente irse al garete y cerrar sus puertas a la prosperidad para muchos años; dentro de no demasiado podría ser Perú (un país con un tan triste como notable grado reincidencia en estas lides) el que reeligiese al megacorrupto Alan García, que ya dejó el país hecho unos auténticos zorros y abrió la puerta al dictador Fujimori. Cabría preguntarse qué le ha hecho a Dios Hispanoamérica.
Lo curioso, lo triste, es que cuando Morales logre lo que ahora puede parecernos imposible (que los bolivianos sean aun más pobres y tengan todavía menos esperanza) la culpa será, como no, del neoliberalismo y los Estados Unidos.
20 diciembre, 2005
Movimiento Al Abismo
Posted by Unknown at 1:09 a. m. Menéame
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