24 marzo, 2008

Experiencias inferniles: la reunión de vecinos

Parece mentira que a principios del S XXI, en una sociedad cambiada por los mass media, los menos media, internet y la comunicación global tengamos que seguir enfrentándonos a ritos propios de la más retrógrada antigüedad, experiencias cuasi tribales absolutamente desfasadas dada nuestra evolución tecnológica y que no sirven de prácticamente nada aunque consumen un caudal ingente de esfuerzos y recursos.

No, no me estoy refiriendo a los mítines de los partidos políticos que hemos sufrido en la reciente campaña, sino a una vivencia mucho más trágica, harto más dolorosa y, frecuentemente, todavía más inútil y descorazonadora: sí, estoy hablando de las reuniones de la comunidad de vecinos.

Como decía el poeta: quien lo probó lo sabe.

Yo tuve el placer de gozar de una de ellas en versión maxi-de luxe hace unos cuantos días y después de las seis horas de tortura (sí, seis horas, en mi portal somos así de chulos) y tras superar a medias el trauma con mucho reposo y lectura, he decidido trasladarles algunas reflexiones sobre este evento que, imagino, será más o menos parecido a otros similares.

Reflexión 1: Cuidadito con el vecino que se baja todo el tocho de la Ley de Propiedad Horizontal. Se trata de un espécimen que disfruta de una cantidad inusitada de tiempo que le ha permitido estudiarse los papeles de la convocatoria al dedillo y que le permitirá prolongar la reunión sin fin y sin piedad; también ha sido dotado por la naturaleza de una importante capacidad para molestar.

Se subdivide a su vez en dos especies: aquel que tiene el texto de la ley subrayado y todo lleno de post-its, de ferocidad rayana en lo leonino; y aquel que pese a que se ha preocupado de bajarla no tiene ni idea de la dichosa ley, es incapaz de encontrar nada y en suma todo lo que podrá hacer con ella es abanicarse. No obstante, éste último es capaz de tener la reunión parada varios minutos buscando si se puede o no se puede poner un cartel en el ascensor, por poner un ejemplo.

2. Si el de la ley es peligroso el del portátil para ir calculando los presupuestos con el Excel es mortal de necesidad, de hecho llegaría a recomendarles que si al llegar a la sala en la que se celebra la reunión ven un ordenador encendido salgan corriendo como alma que lleva el diablo y no se paren ni a delegar el voto.

3. No crea usted que si propone algo que no perjudica a nadie y puede hacer su vida más fácil se lo van a aceptar, es más, no necesitarán razón alguna para para negarse en redondo y mostrarse ofendidos como si hubiera meado en las cenizas de sus padres. En el fondo el noventa por ciento de sus vecinos piensa (o cree, o siente, porque llamarle a eso pensar...) que es mejor morirse todos de hambre que dejar que uno coma o, en un ejemplo más cercano al tema que nos ocupa, que más vale que esas plazas de garaje estén vacías hasta el fin de los tiempos y no que algún vecino las use, aunque ellos no tengan coche y no vayan a necesitarlas jamás.

4. Por alguna razón que se escapa a mi pobre entendimiento cuando un vecino se refiera al acta de la anterior reunión o a una cuestión de procedimiento de algún tipo o a los estatutos de la comunidad lo hará sintiéndose en el Congreso de los Diputados pero con una dicción de discurso bastante patética y recalcando sílaba por sílaba: "Ne-ce-si-ta-mos cam-biar los es-ta-tu-tos, por fa-vor". ¿La nefasta influencia zapateril?

5. Se habla a veces de "el ñu herido" como sinónimo del animal que ataca a todo lo que se mueve llevado por la ira ciega y el dolor; pues bien, el famoso ñu herido es la Madre Teresa de Calcuta al lado del ex presidente herido: no hay animal más peligroso en la selva vecinal que el anterior responsable de la comunidad, especialmente si el nuevo lo ha hecho o lo está haciendo mejor.

6. Generalmente los vecinos se dividirán en unos pocos grandes grupos:

- Los enfadaos. Van en contra de todo, parece que han venido al mundo (y más concretamente a la reunión) con la única misión de joder la marrana.

- Los "yo he venido a hablar de mi libro / mi problema". Están firmemente determinados a que se arregle "lo suyo", habitualmente una gilipollez cualquiera sin mayor sentido por o contra la que llevan luchando desde los oscuros tiempos de la constitución de la comunidad. Si su edificio es nuevo ya los tendrá más o menos localizados, así que vaya haciéndose a la idea de que soltarán ese tostón durante los próximos 30 años. Su mala educación y gritonería será inversamente proporcional a la gravedad objetiva del problema, aunque partiendo de un nivel irracionalmente elevado. Una vez se ha tratado lo suyo se levantan y se van enfadados, sea cual sea la resolución tomada.

- Los pasotas. Su presencia es inexplicable, pasan de todo y todo les da igual. ¿Tan mal les tratan en casa que prefieren estar en una reunión en la que tienen el mismo protagonismo que la última de las sillas? Lo suyo es, en el fondo, lo que más delito tiene.

- Los racionales. Es el grupo menos numeroso y puede llegar a estar compuesto por un único vecino: usted. Su labor será ingrata como pocas: algo a mitad de camino entre la lucha contra la irracionalidad de Sean Connery en 'El nombre de la rosa', los profesores de instituto problemático tipo Michelle Pfeiffer en 'Mentes peligrosas' y el Mel Gibson de los sucesivos 'Mad Max', solo que ligeramente menos violento y sin final feliz.

7. El administrador es un caso de estudio: ser tirando a vegetal que ni siente ni padece, soporta las críticas inmisericordes de los vecinos como quien oye llover y al año siguiente ahí está dispuesto a recibir de nuevo. Misteriosamente, pese a que todo el mundo lo pone a parir no pierde nunca su trabajo, para mi que no son seres de este mundo o, como mínimo, han mutado a algo más elevado que el mismísimo profesor Xavier de los equismens.

En fin, que encima me ha tocado ser vicepresidente este año y presidente el próximo, así que escribo desde el rencor, desde el pavor y, como decía Marlon Brando/Kurtz, desde el horrorrrrrrr.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Me he estado descojonando con el texto. Macho, se te han quedado grabados todos los detalles, no se te ha pasado ni uno.

Pero creo que puedo añadir un personaje más delirante aún que con el tiempo será más frecuente: el vecino que quiere ir a Eurovisión y pide el voto de su edificio.

Elentir dijo...

Muy buen artículo, Carmelo. ;-) Yo no he tenido nunca la satisfacción de ir a una de estas reuniones, será porque no me van los métodos de tortura voluntaria. :-)

Stewie Griffin dijo...

jajaja, me alegro de no vivir en un piso. Pongo la música cuando me da la gana, nadie me molesta, llamas menos la atención de la pasma, no hay reuniones infernales de esas...

Anónimo dijo...

Sólo se te ha olvidado incluir a las parejas que van juntas a las reuniones y se azuzan mutuamente. ¡¡Este año vicepresidente y el que viene presidente!! Creo que están buscando empleados para las plataformas petrolíferas del Mar del Norte, por si te interesa...

Anónimo dijo...

El Administrador es el unico que cobra de ahi que este todos los años y ni sienta ni padezca.Si se puede llevar una comision a la contrata de algun arreglo o alguna ventajilla con el Banco pues mas a la buchaca.
Al menos en la comunidades de vecinos todos tienen que pagar por coeficiente aunque su voto es igual, en nuestra democracia el voto es igual pero encima se paga segun capacidad de pago.Quiza eso explica el enorme deficit publico que la democracia supone.Supongo que eso es lo unico que diferencia una agrupacion politica de otra.

gonzajda dijo...

Ja ja ja, y eso que todavía no eres cargo de la Comunidad..., lo mejor para evitar tal infortunio....EL ALQUILER

Anónimo dijo...

Me parto toa, Carmelo...jajajaja...
muy bueno muy bueno...X-D
Reconozco que huyo como de la peste de estas reuniones, y he conseguido que sea una tarea encalomada vilmente al mío consorte...:-P
Te diría que ánimo con tu nuevo nombramiento (y el que viene), pero egoístamente me alegro, porque sé que nos darás grandes momentos de anécdotas para llenar un post diario...qué bueno.
Muchos besos, guapo.