Hablamos mucho (y con razón) del desastre de gasto público, cachondeo y robo más o menos confeso que están suponiendo las comunidades autónomas, pero creo que con la preocupación por lo autonómico estamos olvidando injustamente a los ayuntamientos, muy de moda ahora por sus fantásticos planes de obra pública y que son, desde mi modesto punto de vista, un saco sin fondo absolutamente demencial de dinero y, tal y como están las cosas, unos generadores de paro de primera división.
Y es que aquí todo es mirar a los bancos, pérfidos capitalistas despreciables (seguro que incluso hay algún neocon camuflado entre sus directivos), mientras que los que de verdad van dejando pufos por ahí, hundiendo empresas y tirando trabajadores al paro son los ayuntamientos, verbigracia, el triste caso del empresario de Loeches. Me dirán que este caso es una anécdota, pero no es la primera vez ni la segunda que oigo hablar de deudas con las administraciones locales, de hecho, es tema recurrente en muchos foros en los que se abre espacio a la opinión y, como suele decirse, es cosa sabida por todos: cualquier empresario les dirá que trabajar con las administraciones públicas es poco menos que un calvario.
Antes de fin de año los alcaldes clamaban por una reforma de la financiación local porque no tenían dinero suficiente "para todos los servicios que prestan a los ciudadanos". Como ciudadano, les confieso que veo poco de estos servicios y sí una estructura gigantesca creada al calor de las recalificaciones de suelo y de una burbuja que se ha alimentado para poder hacer polideportivos, centros culturales, carriles bici y demás zarandajas similares a costa de que todos pagásemos por el suelo de nuestros pisos auténticas barbaridades.
Llegado el estallido de la burbuja y en lugar de redimensionar los servicios, las administraciones y los gastos a la verdadera estructura de ingresos reales de sus ciudades o pueblos los alcaldes han decidido ponerse a llorar y exigir que alguien les paguen los lujos que no debían haberse dado. Por supuesto, un político español no reconocerá jamás que ha gastado más de lo que debía... o sí, Gallardón (cuyo ayuntamiento es el más endeudado de España de largo, por cierto) admitió con orgullo gastarse 30 millones de euros en luchar contra las drogas, algo que por muy loable que sea (o no, aquí puede haber distintas opiniones) no es competencia municipal.
En fin, donde Gallardón pone lucha contra la droga pongan ustedes coches de lujo, televisiones, obras innecesarias, festejos y conciertos varios, teatros... en resumen, una inmensa cantidad de dinero que nos roban a los ciudadanos vía impuestos abusivos (o vía encarecimiento del suelo, que no sé que es peor) y que se va en gastos superficiales para los que no nos han pedido permiso y de los que se podría prescindir tranquilamente.
Pero las prioridades están claras: seguro que ni en Loeches ni en ningún pueblo de España se han suspendido las fiestas patronales mientras algún pequeño empresario lo perdía todo porque no podía cobrar una factura. De hecho veo que las últimas de este pueblo estaban de lo más surtidas: espectáculo de toros, festival tecno, concurso de bandas de rock y concierto de los Chichos... seguro que el presupuesto era bastante más de los 450.000 euros que le debían a José María Solís.
Eso sí, cuando se dice que tenemos lo que nos merecemos me temo que es cierto, vean si no este foro que he encontrado por casualidad y en el que los ciudadanos de Loeches se quejan... de la baja calidad de las fiestas.
03 febrero, 2009
¿Los bancos? No hombre... ¡los ayuntamientos!
Posted by Unknown at 8:21 p. m. Menéame
Labels: economía, estado del bienestar, Gallardón, política
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
La verdad es que el gasto de las Administraciones Públicas se ha desbordado en España con la complicidad de todos los grupos políticos, además tenemos 3 millones de funcionarios y sin embargo servicios públicos esenciales como la Administración de Justicia siguen pobremente dotados...un despropósito como dices Carmelo.
Publicar un comentario