De nuevo estamos de campaña electoral. Sin tiempo para recuperarnos de las anteriores (y de todo lo que ocurrió), casi sin tiempo para asumir los profundos cambios que en nuestra política supuso el 14M y totalmente desbordados (yo, al menos, he de confesar que ya no puedo seguirles) por las propuestas, cambios y desmentidos continuos de los miembros del nuevo gobierno, de los que la Ministra de la Cuota y la Vivienda Trujillo es el mejor y más divertido ejemplo.
La pregunta clave, para mí, es ¿cuál es la importancia real de estas elecciones?
Es obvio que a todos nos queda muy lejos el Parlamento Europeo, entre otras razones porque efectivamente está a miles de kilómetros, pero también porque su poder real es menor que el de un parlamento nacional y porque las normas que en él se promulgan (y sus decisiones) nos llegan en una “nebulosa europea” en la que se dificulta nuestra interpretación. Sin embargo, por suerte o por desgracia la realidad es que la UE cada vez tiene más influencia en nuestras vidas, así que no es baladí quien sea nuestra voz en la que es su única institución verdaderamente representativa y elegida directamente por los ciudadanos.
Pero, ay, como todas las anteriores estas europeas se leen, sobre todo, en clave nacional, y desde ese punto de vista todos vamos a estar más atentos que nunca, puesto que estamos muy cerca de unas generales que fueron en esta ocasión, además, especialmente “complicadas”.
Lo más importante de este embate electoral ocurrirá en la confrontación entre los dos grandes partidos. A priori se adivinan cuatro posibles escenarios: a) que el PSOE aumente su ventaja; b) que la mantenga; c) que el PP se acerque; y d) que el PP sobrepase al PSOE en un re-vuelco electoral.
De cada uno de esos escenarios se derivan distintas consecuencias, pero creo que sólo el d) tendría repercusiones muy serias para la política nacional, ya que aumentaría la fragilidad del gobierno y dudo que en esas condiciones se completasen los 4 años de legislatura. En el PP las nuevas derrotas a) y b) debilitarían el liderazgo de Rajoy, aunque no lo suficiente para derribarlo, algo que sólo podría ocurrir tras un descalabro generalizado (prefiero no pensar en qué podría ser considerado descalabro). La opción c), sin excesivas consecuencias en la política nacional, creo que ayudaría a Rajoy a tranquilizar a su partido y a sus votantes y, quizá, hiciese ver al PSOE que Guerra en Irak no va a servirles siempre y que es necesaria una acción política más seria y coordenada que la que está desarrollando el incipiente gobierno (sobre esto no guardo grandes esperanzas, la verdad).
¿Un pronóstico? A estas alturas apostaría por b) o c), pero estoy dispuesto a cambiar y negaré haberlo dicho ;-).
28 mayo, 2004
Elecciones Europeas
Posted by Unknown at 12:29 p. m. Menéame
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