19 junio, 2004

Disfrutando del turismo rural

Estoy pasando el fin de semana en una estupenda casa rural cerca de Segovia. Sentado en el salón y con el portátil en mis rodillas me llega el canto de los pájaros desde el exterior.

Cambio de ubicación: escribo ahora desde el pequeño patio de la casa y apartando las moscas del teclado. La verdad es que es la primera vez que escribo en un lugar así y tengo que confesar que resulta una experiencia de lo más agradable. Las grandes ciudades como Madrid ofrecen algunas ventajas, pero no hay como la tranquilidad y el silencio de un minúsculo pueblo para relajarse. Ahora sólo falta que las cotorras de la casa de al lado se queden mudas y el cuadro será perfecto.

Anoche la naturaleza nos obsequió con una de las tormentas más espectaculares que he contemplado en los últimos años. Desde la amplísima perspectiva que nos ofrece la casa (otra maravilla de la que no solemos disfrutar en la ciudad: espacios amplios por los que pasear la mirada) vimos como los rayos caían insistentemente a nuestro alrededor, lo suficientemente cerca como para disfrutarlo, lo suficientemente lejos como para hacerlo con tranquilidad.

Hoy, por la mañana hemos dado un paseo por Segovia, después una monumental barbacoa, la siestecilla de rigor y ahora me siento aquí a disfrutar del sol templadito (parece que aquí todavía no ha llegado el verano), de los pájaros cantando justo sobre mi cabeza y del aire puro de la sierra segoviana.

Estamos a sólo cien kilómetros de Madrid pero, ay ¡qué lejos quedan el trabajo, las preocupaciones y la política!

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