15 junio, 2004

¿Es posible un tercer partido?

Es obvio que los resultados de Coalición Liberal en estas elecciones no han sido buenos. Supongo que ni ellos mismos esperaban grandes éxitos o que su candidato Juanlu fuese elegido, pero menos de 2.000 votos es un mal comienzo incluso para una fuerza política recién nacida pero que aspira a convertirse en un proyecto a largo plazo.

Como ya he comentado en alguna discusión aquí mismo, me parece que Coalición Liberal tiene un programa interesante y no tengo el placer de conocer a Juanlu, pero la presencia de gente como Jahd en la lista me hace pensar que su capital intelectual y humano tampoco es despreciable. Las europeas son, además, la ocasión idónea para votar a un partido más pequeño, ya que te sientes menos concernido por quien gane al final y funciona peor el “voto útil”. Sin embargo, ahí están los resultados, y no son buenos.

Entrar a valorar qué ha fallado en la campaña de Coalición Liberal me parece totalmente injusto: dada su limitada capacidad económica y su escaso espacio en los medios han hecho lo que buenamente han podido, y este es el problema al que creo que deberíamos enfrentarnos: ¿es posible hacerlo mejor? ¿Es posible sortear el bipartidismo fáctico en el que nos movemos y establecer nuevas alternativas que tengan suficiente eco en la sociedad?

Mi respuesta es clara: no.

Excepto en aquellas comunidades que por diversas razones “disfrutan” de los nacionalistas el espacio político no da para mucho más que dos grandes partidos, uno que agrupe el voto de izquierdas desde posiciones más o menos centristas hasta casi el límite del sistema (justo hasta antes de Izquierda hUndida) y otro que reúna los votos de derechas, desde el centro que representaba la UCD hasta justo antes de la extrema derecha (que, afortunadamente, es prácticamente inexistente).

Arcos ideológicos tan amplios hacen, por fuerza, que sea muy complicado comprar “el pack completo”, pero al mismo tiempo dejan muy poco espacio para que crezcan las propuestas alternativas. Además, un juego de partidos tan dual hace que funcione mucho el “anti”: se vota no sólo “a favor de” sino “en contra de” y se es muy consciente de que el voto perdido en la abstención o en otras propuestas favorece de forma directa a la opción que no nos gusta.

Llegados a este punto, cabe preguntarse qué podemos hacer si tenemos interés en la política y ninguno de los grandes partidos se acerca lo suficiente a nuestra forma de pensar.

Creo que excepto casos muy concretos (de nuevo los nacionalismos) tenemos que ser conscientes que una oferta electoral de carácter más o menos masivo (y para tener influencia deberá ser bastante masiva o estar muy localizada o ambas cosas) implica transigir en muchos temas y, por así decirlo, un alto nivel de “impureza”. Los programas de máximos como el de Coalición Liberal significan obtener pocos votos, y al final creo que es más fácil que un PP, que reúne a muchas más cosas pero también a liberales, aplique las políticas que a mí me gustarían a que lo haga un partido que es prácticamente imposible que obtenga representación. Sin olvidar que el voto que doy a los populares puede ser todavía más efectivo para evitar que crezca desmedidamente el estatalismo, el sectarismo y la economía del desastre que hoy por hoy representa la otra opción mayoritaria.

Con mi voto, con mi opinión y, quizá, con mi participación activa puedo intentar que el tanto por cien de liberalismo en el PP crezca, asumiendo que nunca será como Coalición Liberal, por supuesto, pero ofreciendo una serie de respuestas bastante adecuadas a muchos problemas de la sociedad. Sin dinero, sin padrinos y sin la estructura de un gran partido político mi capacidad de influencia será (¿siempre?) prácticamente nula, aunque mis ideas sean buenas, mi candidato excelente y mi equipo humano cojonudo.

Un esfuerzo que me parece tan encomiable como, por desgracia, en balde.

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