02 junio, 2004

Los debates ya no son lo que eran

Pues una vez que hemos pasado por el reflexódromo de la almohada vamos a hablar un poco más del no-debate de ayer. Ya hemos dejado claro que nos pareció un timo el formato este del “calle vostè, parle vostè”, que parecía eso una versión devaluada del Tribunal de las Aguas.

Bueno, pues entrando un poco en cada uno de los contendientes me pareció que el ex candidato candidato aprovechó mejor las escasas posibilidades del estúpido formato. Como es lógico, dado que sólo tenía cuatro bobadas demagógicas que soltar: Irak, Bush, Aznar, ilegal, vivienda y tal, utilizaba sus turnos para ir colándolas y más o menos salía del paso, no necesitaba más tiempo. Si hubiese tenido más minutos se podría haber visto que detrás de eso no hay nada, y que cuando la situación en Irak se calme (algo que ocurrirá antes o después) el PSOE se va a quedar con el culo al aire, en pompa y a las puertas de un club de Chueca, por mucho que el aparato mediático le vaya echando capotazos.

En cuanto a Mayor Oreja, algo huele a podrido en las filas de asesores de Génova. Es incomprensible que teniendo a mejores candidatos, las ideas mucho más claras y una gestión de gobierno incomparablemente mejor que la de sus contrincantes no arrasen en este tipo de enfrentamientos. Mayor estuvo bastante mal en las formas y no lo suficientemente agresivo en el fondo, a pesar de eso creo que no perdió el debate porque su contrincante se limitó de nuevo a la guerra y ese argumento a mí me aburre bastante y, antes o después, aburrirá a sus propios votantes (espero y deseo).

Aún a pesar de todo (y porque somos muy benévolos) los candidatos dejaron entrever algunas cosas interesantes. Especialmente significativo me pareció el señor Borrell hablando del terrorismo islámico, que según él “se alimenta de la situación en Oriente Medio”, al final, el pérfido argumento progre-bobo de que si me ponen una bomba en casa la culpa es mía por tener casa, lamentable. Mayor Oreja, por su parte, estuvo bastante bien prometiendo trasladar a Europa y al terrorismo de los hijos de Alá la forma de actuar que se ha tenido en España con los hijos de Sabino.

En cuanto a la política económica, que fue el otro tema “candente” del no-debate, me pareció espectacular el candidato ex candidato cuando se saco unos presuntos índices de cohesión social (o algo así) en los que la España de Aznar estaba por los suelos. Por supuesto no citó fuentes (yo creo que los había elaborado el Instituto Gemológico de Parla, como mínimo) pero se los tiró a la cara a su contrincante como quien tira un “frisbee”, tan alegremente. Mayor tenía la oportunidad de asestar un mordisco a la yugular y lo intentó sólo a medias, con lo que la presa se le escapó viva y alardeando.

Por último, en las despedidas creo que Mayor Oreja cometió el peor error del debate: hacer un llamamiento al voto útil. A mí lo del voto útil me suena a chamusquina desde siempre, parece que es el argumento de los que no tienen convicciones, tanto a uno como al otro lado de la papeleta. Muy flojito. Para compensar un poco habló del protagonismo de la sociedad, algo que ya había hecho antes y que me pareció un detalle interesante que, como todo lo demás, se perdió en las carreras contra el reloj.

Borrell nos recordó repetidas veces que los socialistas aman la paz en el mundo (como las mises o los niños que hacen la primera comunión), pidió el voto con mucha insistencia, se metió con EE.UU. y habló de una Europa laica. El previsible tono de los infrarrojos, como los llamaba Umbral.

Al final de todo esto nos podemos preguntar quién ganó o perdió. Ganar ganar creo que nadie, ya se habían preocupado ellos de pactar unas normas que lo impidiesen. Pero ojito, si las encuestas no están desencaminadas los señores del PP deberían despertarse, van por detrás y no les basta el empate. Perder perdió la democracia, recluida al terreno del mitin y sin que se puedan confrontar de verdad las ideas, los programas y las gestiones de los diferentes partidos.

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