03 junio, 2004

Una expedición al mundo de la kultura

Ayer asistí a un concierto. Hacía un año que no veía música en directo y me enteré de rebote de que actuaba en Madrid Nitin Sawhney. Aunque no es uno de mis gurús musicales si que he oído cosas suyas bastante interesantes y después de tanto tiempo sin oír música en directo me apetecía.

Fue más bien flojito y, desde luego, decepcionante. El Sr. Sawhney es un inglés de ascendencia hindú que mezcla sonidos tradicionales de la India y alrededores (sobre todo voces y percusiones) con bases rítmicas dance, música pop e instrumentaciones de lo más occidentales. El resultado es una fusión interesante, bailable pero sin ser tan superficial como la mala música de baile que se estila. Puesta en un escenario con buenos músicos la cosa tenía buena pinta, pero a pesar de un principio prometedor y de dos canciones francamente impactantes pronto entró en barrena: nos obsequiaron con una pachanga aflamencada absolutamente impresentable y a partir de ahí la cosa no consiguió remontar el vuelo.

Llegados a este punto ustedes se dirán que aquí no han venido a leer crítica musical, tengan paciencia que ya he terminado. De lo que quería hablarles (amen de demostrar mi snobismo estético) era de la serie de actitudes que hoy en día acompaña a cualquier manifestación kultural y que al parecer son de obligado cumplimiento.

Es obvio que algunos matices varían según el carácter específico del evento, así no es lo mismo (y nunca mejor dicho) un concierto de Alejandro Sanz que uno destinado a una audiencia algo más madura y compuesta por snobs como yo que vamos de enteradillos. Sin embargo, en esencia se repiten los mismos tipos: al llegar se encuentra uno con un público compuesto mayoritariamente por gente guay con su uniforme de guay: camisetas "modelnas", peinados arriesgados y rastas varias, piercings... todo muy fashion y todo a la última, gran cantidad de prendas y complementos de carísimas multinacionales anglosajonas aunque también hay hueco para la tienda jipi y el comercio justo.

Luego el consumo masivo de maría y chocolate, nunca he entendido la asociación entre música y drogas, pero parece ser que si no estás medio colocado no puedes disfrutar de un concierto. Llegados a este punto de fraternal comunión en el espíritu progre - libertario que nos caracteriza a todos los que nos gusta la kultura (que los fatxas ya se sabe que no leen y el cerumen les impide escuchar música) apareció en el escenario una señorita totalmente desconocida, de agraciadas facciones y también vestida con el aderezo guay habitual. Empezó a hablar en un castellano pobre pero comprensible y nos dijo que antes de presentar al maestro debía decirnos lo orgullosa que estaba de España que “había echado a ese gobierno malo” y, como es obvio, recogiendo el enfervorizado aplauso de la masa, para entonces ya algo emporrada.

El resto del concierto transcurrió sin demasiados incidentes amén de la decepción musical que ya he comentado, pero en una canción las habituales escenas de “videoartist” que se soltaban por la pantalla (como en todo buen koncierto que se precie) reflejaron por unos instantes a Bush y Blair. Yo, suspicaz de mí, pensé ¿a qué nos sueltan la foto de las Azores? Pero finalmente no pudimos disfrutar de tan ansiada imagen... hasta los bises. El momento elegido fue una canción que el Sr. Sawhney anunció como “muy espiritual” y la masa, al ver los rostros de los líderes del mundo libre prorrumpió en un tumulto de vítores y aplausos (je je je). Pues eso, que la gente empezó a silbar en un momento de conciencia política que a mí me puso los pelos de punta... de la risa. No contentos con eso el videomontaje terminó con una bandera de los EE.UU. superponiéndose a un cartel de stop. Ah, la poesía visual como da de sí, que riqueza y originalidad en la metáfora, ni a John Ford se le habría ocurrido...

Lo más curioso del caso es que el concierto es parte de una serie patrocinada por el British Council, una institución pública británica (es decir, que depende del gobierno que dirige Blair), y por la conocida ONG internacional Heineken, así que todo este torrente de palabras, imágenes y comunión en el buen rollo antifá (abreviatura de antifascista, por si ustedes no lo saben) estaba acompañado por el logo de la cervecera.

Como dijo uno de los amigos que me acompañaban: “que sabiduría la del capitalismo que es capaz de meter en la rueda hasta el anticapitalismo”. En fin, politiquilla de consumo rápido para no pensar mucho y sentirse parte del grupo, por 20 € no deja de ser barato... en sus acepciones 1, 2 y 6.

PD.: Disculpen el exceso de longitud.

No hay comentarios: