25 junio, 2004

Una mujer valiente y capaz

María San Gil comprendió hace muchos años cuál era la batalla que se estaba librando en su querida tierra vasca. Seguramente desde mucho antes de que una bazofia con forma de ser humano entrase en una cafetería de San Sebastián y le descerrajase varios tiros a su compañero y amigo Gregorio Ordóñez, con el que compartía mesa en ese momento.

Ya antes de eso, mucho antes de que el acoso se centrase en su propia persona, en una época en la que su familia no estaba amenazada, cuando no era nada más (ni nada menos) que otra ciudadana vasca, María comprendió que la guerra que se libra en las Vascongadas es precisamente eso, una guerra, y que es crucial no perderla, porque el enemigo no hace prisioneros.

Asimismo comprendió que se trata de una lucha contra un enemigo feroz llamado NACIONALISMO, del que la escoria etarra no es sino la soldadesca de vanguardia, la carne de cañón a sacrificar, el batallón de negros de South Park. Ellos son los que se mueven, actúan y dan su encapuchada cara, pero los hilos los manejan desde detrás, desde el supuesto confort de ser “demócratas de toda la vida”, los que sólo son hijos reconocidos de un fanático racista y totalitario al que todavía tienen la desfachatez de dedicar calles y levantar monumentos.

Ahora María da otro paso adelante y se presentará como cabeza de lista en las próximas elecciones vascas. Es una elección sabia por parte de su partido y un nuevo acto de valentía de una mujer que ya sabe lo que es vivir acompañada de escoltas, temer por su vida y la de los suyos, no poder pasear tranquilamente por las calles de su propia ciudad. Una mujer que, simplemente, quiere ser más libre.

Algún día, espero que en unas circunstancias más felices, todos los españoles quizá podamos expresarles nuestro agradecimiento como se merecen a María y a todos sus compañeros de partido, así como a mucha gente del PSOE como Rosa Díez o Nicolás Redondo Terreros.

Algún día, una vez derrotado el monstruo totalitario, les diremos: gracias por luchar por tu libertad, que es la mía y la de los míos.

Gracias María. Sigue adelante hasta que llegue ese día, juntos podemos conseguirlo.

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