26 julio, 2004

100 días de gobierno

Hoy se cumplen los primeros 100 días del Gobierno Zapatero y parece un buen momento para hacer una valoración global de lo que nos han deparado el Presidente y su equipo (en realidad cualquier otro es tan bueno como éste, pero las tradiciones son las tradiciones).

Personalmente esta primera época de la reentrada del PSOE en el poder me ha parecido particularmente lamentable (¿sorprendidos?) pero como eso ya se lo imaginaban ustedes la razón de ser de éste artículo es explicarles porqué tengo una opinión tan negativa en tan poco tiempo. Y ojo, voy a tratar de no tener una visión mediatizada por la ideología, es decir, no critico al gobierno por socialista sino por flojo.

Pues bien, allá vamos: creo que estos 100 días han evidenciado varias terribles debilidades del PSOE y de su líder, siendo la más acusada de ellas que no hay ni un remedo de proyecto político que aplicar desde los resortes del poder; esto se hace más crítico todavía por la endeblez de la victoria electoral (recordemos que por mucho que supusiese una gran victoria y un vuelco el PSOE está a 12 escaños de la mayoría absoluta, que son más de 30 si no sumamos los del PSC) y por que dicha victoria se logró en circunstancias excepcionales. En estas condiciones la acción de gobierno no se ha destinado a aplicar un programa (lógico puesto que no lo tienen) en aras del beneficio común, sino a tomar determinadas medidas de corte electoralista la mayor parte de las cuales son, además, marchas atrás apresuradas e inoportunas de políticas del Gobierno Aznar.

Así, vemos que las medidas más llamativas, las que más han calado en la opinión pública han sido la cobarde retirada de Irak y los parones de la LOCE y el trasvase del Ebro. Sobre Irak ya hemos hablado mucho, no es una cuestión de ideología sino de oportunismo electoralista e inoportunidad política (y si no que se lo pregunten a los australianos). En cuanto a la LOCE, más allá de que se esté de acuerdo o no con la ley creo que lo normal habría sido no paralizar su aplicación y crear un vacío legislativo como ha ocurrido, sino iniciar la redacción de un nuevo texto buscando el mayor consenso posible pues lo que no se puede sostener es que el sistema educativo no necesita reformas. Por último, el trasvase es otro ejemplo de electoralismo en el que se quita algo sin plantear alternativas serias, pues el plan de desaladoras es un despropósito bastante notable si atendemos a cuestiones como el consumo energético que será necesario, su impacto en el litoral o los problemas ecológicos que acarrearán.

Por otra parte, con el único proyecto propio puesto en marcha el PSOE ha logrado la cuadratura del círculo: crear polémica en un tema en el que todo el mundo está de acuerdo como es la necesidad de acabar con los maltratos a mujeres.

Vemos pues que la labor legislativa ha sido más bien magra e impropia de un grupo de destacados estadistas (y “estadistos”) como los que se supone que forman el calcetín, digo el Ejecutivo. Pero nada ha sido comparable con la impagable tarea didáctica de los diferentes ministros y ministras y su relación con los medios de comunicación: yo te desmiento a ti, que me desmientes a mí, que luego ya yo me desmiento a mi misma mientras matizo lo que dije que no lo dije sino que lo han interpretao. Vamos, descoordinación, desconocimiento e idiocia en un cóctel que nos ha proporcionado risas mil y no pocos hallazgos lingüísticos como el de las soluciones habitacionales.

En resumen, falta de proyecto, escasez de liderazgo, descoordinación y en muchos casos una bisoñez que sería graciosa si se viese en algo menos importante y serio que el Gobierno de España, que no es un sitio para que la gente aprenda sino que tiene que estar formado por los que ya han aprendido antes.

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