Se ha celebrado este fin de semana un curioso referéndum en Bolivia sobre el uso que debe darse a una de las escasas riquezas naturales del país andino: sus inmensas reservas de gas natural, al parecer las segundas de Sudamérica tras las de Venezuela (atención, pregunta: ¿cómo logran los recursos naturales estar casi siempre en malas manos?).
Recordarán ustedes que el tema del gas en Bolivia explotó, en un sentido algo menos figurado de lo que sería deseable, en octubre del año pasado, cuando el gobierno hizo público un plan para exportar los gigantescos excedentes del país a EE.UU. y México a través de un gasoducto que llevase el producto hasta un puerto en Chile (Bolivia no tiene salida al mar). Bien, como decimos el anuncio hizo entonces que saltase una verdadera revuelta que causó varios muertos y la caída del presidente.
Las reivindicaciones de los “revoltosos” eran, básicamente, dos: que el gas no debía salir del país explotado por multinacionales (las que tienen capacidad tecnológica y económica para hacerlo) porque eso era expoliar la riqueza nacional; y que de ninguna manera se debía implicar a Chile en el proyecto, ya que el país vecino es el “enemigo nacional” desde que en la guerra de 1879 les quitase su tramo de costa. Como pueden ver un cóctel de los más rancios estatalismo y nacionalismo aderezado con una gotitas de antiglobalización.
Pues resulta que meses después se ha aprobado el mismo proyecto con algunos cambios que parecen más bien “de cara a la galería” y con una mayoría más que holgada: superior al 70 % en alguno de sus aspectos. Además, da la casualidad de que la pregunta con menos respaldo ha sido la referente a un posible uso político del gas: “¿Está de acuerdo con utilizar el gas como recurso estratégico para conseguir de Chile una salida soberana al océano Pacífico?”.
Las preguntas que yo me hago ahora son: ¿qué porcentaje de la población estaba de acuerdo con las protestas?; ¿cuántos se alegraron de la dimisión del Presidente Gonzalo Sánchez de Lozada?; ¿cuál era la verdadera representatividad de los dirigentes sindicales y de hordas de “campesinos” que se arrogaron la potestad de “defender al pueblo”? Las respuestas son casi idénticas: poca, pocos, casi ninguna, por ese orden.
En cualquier parte del mundo, pero creo que muy especialmente en Sudamérica, cualquier masa de indocumentados haciendo el vándalo en las calles se autoproclama “el pueblo”, y lo que es peor, muchos le dan ese título. Pero ojo, por mucha gente que salga a la calle un día a romper escaparates (o a atacar sedes de partidos políticos) el porcentaje de los que se quedan en casa suele ser netamente superior. Está bien que la gente se manifieste cuando le apetece, pero en una democracia la voz del pueblo se oye en las urnas, y lo demás es demagogia, barata sí, pero muy muy peligrosa.
20 julio, 2004
Bolivia: nacionalismo, estatalismo y “pueblo”
Posted by Unknown at 9:47 a. m. Menéame
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"Literatura posnacional" Bernat Castany Prado
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