28 julio, 2004

Fatxa!

No hace mucho intercambiaba correos con un ilustre miembro de la blogosfera liberal (mira que es feo el término) y coincidíamos en comentar que somos un grupo excesivamente endogámico, poco abiertos al resto de la red y con demasiadas referencias cruzadas entre nosotros mismos. De hecho, y aunque entrar en Red Liberal ha sido para mí el acontecimiento feliz de lo que llevamos de año (mi vida es así de triste, sí) ya hace tiempo que pensé un articulito dedicado a este tema y a homenajear humildemente al Sr. Lobo de Pulp Fiction y cuyo título era, obviamente, “Vamos a dejar de chuparnos la polla” (con perdón).

Pero sumido en estas y otras reflexiones uno se tropieza con acontecimientos como el que me ocurrió ayer, cuando me reprodujeron (les juro que no fui yo, manitos) de cabo a rabo un artículo entre los comentarios de la bitácora de Javier Armentia, Por la boca muere el pez.

Y viendo estas cosas entiendes un poco mejor porque somos un círculo un poco demasiado cerrado: es que en cuanto salimos o entra alguien ajeno nos sacude un FATXA en toda la cocorota que nos deja tiesos. En todas y cada una de las discusiones en las que he participado en bitácoras fuera de Red Liberal (y en muchas ocasiones también dentro de Red Liberal) nos hemos acabado dando de morros con la palabrita de marras. En este último caso estamos discutiendo muchas cosas incluso el uso que la propia palabra se hace y en un entorno bastante respetuoso pero, claro, después de que nos hayan atizado con un buen facha cuando más colectivo mejor.

Justo es decir que hay excepciones a esto y algunas de ellas ha plagado este blog de interesantes comentarios, pero creo que es hora de reflexionar sobre el significado de la palabra, especialmente cuando la pronuncia alguien que se considera a sí mismo “progresista” (otro término que está pidiendo a gritos el análisis). Como tampoco somos gente muy viajada nos limitaremos a estudiar el tema en el ámbito español.

Normalmente facha se utiliza para toda aquella persona que se sitúe ideológicamente a la derecha del PSOE, bien de forma genérica bien aludiendo a algún tema concreto. Como por los avatares de la historia en el mapa político patrio no hay otra cosa a la derecha del PSOE que el PP, automáticamente hacemos la maravillosa asimilación: fatxa = PP = facha. Se me dirá que hay otros partidos de derechas en España y esto nos lleva a otra curiosa característica del uso del término, si te denominas nacionalista ya no eres facha, aunque tengas una ideología totalmente reaccionaria y propia de lo peor del S XIX como el PNV el encanto del nacionalismo te cura, cual Bálsamo de Fierabrás, de la peligrosa enfermedad del fachismo (me permitirán que me invente esta palabrita para diferenciarlo del verdadero fascismo). Eso sí, siempre que no seas nacionalista español, que es lo mismo que ser facha que, recordemos, es estar a la derecha del PSOE.

Así que si uno no es nacionalista y/o partidario del estado intervencionista es, obviamente, facha. Pero como esto no es suficiente para estigmatizar al número adecuado de enemigos hay que abrir el arco y nos encontramos también con lo que podríamos denominar “el fachismo de costumbres” que significa que uno es fatxa si no está a favor de determinadas cuestiones más o menos ideológicas pero de un ámbito muy personal: determinada forma de utilizar las drogas, las parejas de hecho, las relaciones sexuales, el matrimonio entre personas del mismo sexo o el aborto, por poner sólo unos ejemplos.

A partir de ahí tenemos trazada una caricatura que nos permitirá sacudir al oponente y endosarle de partida todo lo que consideramos deleznable, con lo cual sus opiniones quedarán lo suficientemente desacreditadas. Pongamos un ejemplo: si no crees en que los Països Catalans son la opción de futuro para Cataluña y alrededores eres un facha que lo que quiere es un mercado salvaje en el que joder a los huerfanitos y, además, no quieres que la gente copule y odias a los homosexuales. Para culminar la guinda también eres un inculto que no quiere que hagan cine en España más que Lina Morgan y Garci.

Otra parte del mecanismo de demonización que hay que tener en cuenta es ir metiendo dentro de la conciencia colectiva que todo lo malo es fatxa, desde engañar a tus votantes hasta pegar a tu mujer pasando por verter los residuos de la fábrica: sólo los fatxas cometen delitos. Y, por supuesto, ni la violencia contra la mujer ejercida en los países del antiguo bloque socialista, donde eran absolutamente habituales las palizas en el matrimonio y nada extrañas las violaciones; ni el estado ruinoso del medioambiente en China nos hacen cambiar de idea.

Me sorprende que un mecanismo tan falaz y simple pueda seguir funcionando, pero como dice el refrán no hay peor ciego que el que no quiere ver. Ahora, llamo la atención sobre el problema que estamos creando, el término se está devaluando tanto que nos puede pasar como al pastor, y el día que gritemos acojonados que vienen los fachas a la gente le dará por reír y los fascistas de verdad, los de la cabeza rapada y la cruz gamada, nos patearán las costillas muy a su sabor, como decía Cide Hamete.

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