14 julio, 2004

Galería de políticos inolvidables (2): el camarada Gaspar

Los demócratas españoles (la sociedad en general desde las mujeres hasta los niños pasando por las monjitas y las dragcuinss) nunca agradeceremos lo suficiente la tarea del camarada Gaspar, su esfuerzo titánico en pos de la desaparición del mapa político del principal partido comunista (el único con representación parlamentaria) que tenemos que sufrir en España, perdón, en el estado español.

En la impagable página que tiene en Internet se llena su biografía de detalles entrañables siendo el más destacado que está casado con una hija, algo que nos alegra porque no hay nada más triste (y pocas cosas más difíciles) que casarse con una mujer que no sea hija de alguien.

Sus inquietudes políticas se inician bien pronto, ya que mientras estudiaba medicina en las facultades de Madrid y Oviedo “fue representante de los estudiantes, contribuyendo a la recuperación del movimiento estudiantil progresista de los años de la transición”. Una muestra más de su fortaleza de carácter ya que no sólo superó el trauma de no poder luchar contra la dictadura (quien le manda a Franco morirse tan pronto aunque también puede ser que falleciese el enano del Pardo del mismo miedo que le provocaba la imparable llegada del que iba a ser tan fiero adversario) sino que prácticamente, como señala con un cierto exceso de modestia la frase reseñada, llevó el solito la transición a las universidades.

No contento con esta fundamental contribución a la configuración del mapa universitario de la España transicional el camarada Llamazares decidió profundizar en el enfoque social que era y es su forma de entender la medicina, y para eso qué mejor lugar que la Universidad de La Habana donde realizó un Master en Salud Pública. No sean ustedes malpensados, que las enseñanzas no versaban sobre los Comités de Salud Pública sino sobre las mejores formas de curar al pueblo.

Me barrunto yo que la estancia en el paraíso salsero – comunista seguramente supuso un verdadero shock para un hombre tan entrañable y amigo de los niños como el camarada Gaspar (que hasta tiene nombre de Rey Mago) y debió de ser entonces cuando decidió dedicarse en cuerpo y alma a acabar con esa lacra mundial que es comunismo. Tan realista como idealista Gaspar se dijo que la lucha bien entendida empieza por la propia casa, así que había que empezar por acabar con el PCE. En un análisis estratégico que no deja de sorprenderme por más que lo estudio se percató de que la forma de combatir el comunismo no es decirse de derechas o liberal o socialdemócrata, sino dinamitar la organización desde dentro eludiendo así que caigan sobre uno estigmas como fatxa o, el todavía peor, neoliberal.

Así, con la constancia y la capacidad de esfuerzo que sólo se pueden dar cuando un ser humano sobresaliente se enfrenta a una causa superior el camarada Gaspar empezó a trabajar, sin prisa pero sin pausa, para acabar con el monstruo desde su propio estómago cual Jonás con mala leche. Poco a poco y seguro de sus convicciones fue ascendiendo en la estimación de sus compañeros de partido y como sólo los mejores agentes dobles saben hacer alcanzó cotas de responsabilidad cada día más altas.

En esto que se produjo la caída del Muro (no, el de Israel no, el de Berlín) y el desplome de los regímenes comunistas del Este de Europa y de la propia URSS. Con su habitual sagacidad el camarada Llamazares se dio cuenta de que para conseguir sus fines debía continuar mostrando al mundo la verdadera cara de la doctrina que había arruinado a media Europa moral y económicamente, así que nada de revisionismo y nada de autocrítica: lo mejor para que se den cuenta de que mentimos es gritar a los cuatro vientos que la verdad universal está de nuestro lado.

Su tesón, su afán y su agudeza de análisis le permitieron seguir subiendo en la escalera del partido y desde el año 2000 es Coordinador General de Izquierda Unida. Desde esa privilegiada atalaya en la cumbre del marxismo patrio el camarada Gaspar está a punto de lograr su objetivo: hundir a su partido en la más profunda de las miserias.

Algunos le insultan, otros lo llaman payaso y los más se ríen de él, pero yo no puedo dejar de admirar la labor de este gran hombre que será, a escala española, el Ronald Reegan que nos libre del peor totalitarismo del siglo XX. Algún día la historia le hará justicia, hoy sólo puedo gritar:

¡Gracias camarada Gaspar!

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