He pasado parte de este fin de semana en el pueblo de mi madre, una pequeña villa en el norte de la provincia de Alicante a la que, para no herir susceptibilidades, llamaremos Benivente. Se trata de una población peculiar con no menos peculiares habitantes que, sin embargo, creo que pueden ser un buen ejemplo de las virtudes y miserias del alma humana, así que vamos a iniciar una serie de artículos en los que contaremos anécdotas y curiosidades de la muy noble y leal villa de Benivente.
Para que todos vayamos estando en situación diremos que Benivente es un pueblo que tradicionalmente se ha dividido políticamente en dos sectores muy definidos: izquierdas y derechas (así en plural) y la pertenencia a uno u otro ámbito es, además de hereditaria, blasón social que define lo que el resto de la gente espera de uno y, aunque afortunadamente cada vez menos, los círculos sociales en los que cada persona se mueve. Toda propuesta, actividad o realización será juzgada y valorada analizando la presunta posición política de su promotor.
Por supuesto, ser de derechas o de izquierdas implica un completo (que no complejo) sistema de opiniones y creencias que se expande por la mente de los beniventinos sin resquicio posible para la duda o la traición. Pongamos unos ejemplos: tradicionalmente el “izquierdoso” votaba al PSOE, era catalanista y del Barça; el “derechoso”, por su parte, votaba al PP, era españolista y del Valencia, excepto en el caso de una facción más radical del Real Madrid.
Este juego de adscripciones folclórico-políticas tiene uno de sus momentos cumbres en las fiestas patronales, que en cuatro días de agosto llenan las calles de Benivente de gente, pólvora, moros y cristianos, alcohol y falsa religiosidad. Bien, pues como manda la tradición durante estos días de agosto los balcones se engalanan con banderas y, la selección que uno haga de la bandera que ocupe su balcón será detenidamente observada y analizada por el resto de los lugareños. Para que vean mis lectores que no exagero puedo asegurarles que he estado presente en una conversación en la que se analizaba calle por calle quien había colocado la española, quién la de la Comunidad Valenciana y quién la “cuatribarrada” de Cataluña.
La lucha de símbolos ha llegado a tal punto que en el libro de las fiestas patronales (entrañable ejemplar del que hablaré un día de estos) he visto una foto del año 2002 en el que en el propio balcón del Ayuntamiento (gobernado entonces por el PSOE) colgaba la bandera catalana, símbolo muy respetable pero que, curiosamente, no es oficial en Benivente, por ahora…
04 julio, 2004
Las crónicas de Benivente 1: balcones y banderas
Posted by Unknown at 9:24 p. m. Menéame
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