21 agosto, 2004

El despiste de los belgas

Sábado de agosto y excepto por las apasionantes evoluciones de los olímpicos (por cierto, hay que ver como ha espoleado a los españoles mi crítica constructiva de ayer: en poco más de 24 horas 5 medallas) y la ya casi permanente batalla en Nayaf las noticias están francamente aburridas. Además, se nota que entre los que les toca estar pendientes del deporte y los que se han ido de vacaciones las redacciones se encuentran bajo mínimos, y las frecuencias de actualización de las ediciones digitales no son las que eran, como el fútbol o mi cabellera.

Bueno, pues que en estas que estamos un tanto aburridos, como ustedes pueden ver, y vemos una de esas noticias cotillero-sociológicas que ayudan a llenar los diarios en estos días de escasez: resulta que alguien se ha preocupado de contar y transmitir a los medios la variedad de objetos que los belgas pierden en el transporte público. Amén del habitual y esperable montón de teléfonos móviles, bolsos, paraguas y bufandas ha habido quien ha perdido en el metro cosas como una mochila llena de marihuana, un oso de peluche de casi dos metros de alto o un saxofón.

En el apartado de “pérdidas para adultos” destacaban las viagras, los preservativos, las revistas pornográficas o las prendas de lencería… ¿alguien puede explicarme como se pueden olvidar unas bragas en el metro? Bueno, mejor no me lo expliquen…

Sin embargo el hallazgo más significativo y espectacular de la relación era una silla de ruedas, ¿objeto perdido o quizá es que no somos capaces de ver un milagro ni aun cuando lo tenemos en las narices?

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