31 agosto, 2004

Las guerras y las culpas

El secuestro de dos periodistas franceses en Irak nos permite reflexionar una vez más sobre las guerras y las culpas, y sobre lo alegremente que se reparten las segundas cuando interesa a cierto sector político y mediático de la sociedad.

Durante todo lo que llevamos de posguerra/guerra en Irak al lector despistado de la mayor parte de la prensa occidental le han quedado claras una serie de cosas o consignas que los distintos PFFR que en el mundo son han repetido como repite mi abuela los rosarios, a saber:

- Que la guerra se hacía para que el petróleo fuese más barato.
- Que la guerra tiene la culpa de que el petróleo fuese más caro.
- Que el mundo era más inseguro desde que George W. Bush había subido al poder.
- Que todo el terrorismo del mundo estaba provocado por la guerra de Irak excepto el que lo estaba por el conflicto palestino-israelí.
- Que el Islam es una religión de paz y amor.
- Que los países a los que los terroristas iban a dar caña eran los satánicos EE.UU. y los esbirros de Bush que le acompañaban en la guerra.

Y así sucesivamente hasta confeccionar una ensalada ideológica de mentiras y medias verdades aliñada con diversos “antis”: antiamericanismo, anticapitalismo, antiglobalización, antipepé… Una ensalada que era la delicia del gourmet progresista habitual, poco exigente con la calidad de los platos y que le pone el mismo aliño a todo lo que hace en su vida.

Uno de los países cuyo gobierno y cuya opinión pública mayoritaria se han complacido en consumir de forma masiva el engendro ideológico-culinario ha sido Francia, supongo que por el tema de la “novelcusín” o por el hecho de que es el reino de lo políticamente correcto, es decir, lo incorrectamente incorrecto.

Sin embargo, resulta que los terrorist… perdón, que la resistencia iraquí no sólo está compuesta por odiadores de lo americano como Dios y Alá mandan, sino que también hay algunos que odian a los franceses o a sus leyes laicas, de forma que espoleados por éxitos anteriores los secuestradores ahora no sólo piden retirada de tropas sino que se descuelgan exigiendo cambios en la legislación “anti-velo” promovida por Chirac.

Claramente desbordado por los acontecimientos el Presidente de la República (¿cómo pueden hacerme esto a mí, con lo que les he ayudado?) pedía solemnemente la liberación de los periodistas, exactamente con el mismo tono de voz con el que se inauguraría un embalse, el Tour o un congreso sobre la esencia de lo multiculti.

Espero y deseo, aunque no me hago muchas ilusiones, que la odisea que están viviendo los dos periodistas secuestrados acabe pronto y bien, y que puedan volver a su casa y recordar estos días como un mal sueño. También espero y deseo, y tampoco tengo muchas ilusiones al respecto, que por fin la gente se de cuenta de que esto no es un problema de los EE.UU., Bush y Aznar, sino que estamos en mitad de una guerra en la que nos jugamos lo mejor de nuestro modo de vida: los derechos individuales, la separación entre religión y estado, la igualdad entre sexos y, en suma, la libertad.

ACTUALIZACIÓN: El plazo ha terminado y no se tiene noticias de los periodistas. Juan A. Hervada hace un análisis muy lúcido de la situación en Francia en su excelente bitácora, especialmente interesante para los que sigan pensando que la guerra es sólo en Irak y sólo por petróleo.

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