01 septiembre, 2004

Miguel Gila vive (y se llama José Bono)

Aunque sus últimos años tuviesen demasiados momentos no especialmente afortunados, hay que reconocer que Miguel Gila ha sido uno de los grandes humoristas que ha dado España. Quizás no tenía la audacia alocada de Tip, el dominio de la escena de Eugenio o la capacidad interpretativa de Martes y 13, pero sus diálogos eran tan geniales que ninguna de esas cualidades se echaba en falta. Además, tuvo el acierto de reírse, entre otras muchas cosas, de aquello que la sociedad española de su tiempo necesitaba ironizar sobre todo: la guerra, la cruel y nefasta guerra que a través de su teléfono era un amable y razonable intercambio de tiros tirados para no matar…

Pues bien, parece que vuelve la guerra de Gila pero en esta ocasión se desarrolla en Afganistán y la comanda el Ministro de Defensa que iba a ser de Interior. Según refleja Libertad Digital los soldados españoles allí destinados dispararán un poquito al enemigo sólo en caso de extrema necesidad y, por supuesto, si éste huye no irán tras él porque eso de hacer detenidos es la mar de complicado y, en ocasiones, desagradable. Además, según las propias palabras del Humoristro de Defensa: "No vamos a encarcelar a afganos sino a defender el derecho al voto".

Imaginemos una hipotética situación que no creo excesivamente descabellada: una cuadrilla de mártires de Alá, sabedores que al Omnipotente y Misericordioso no le acaba de molar eso de la democracia se acerca a un colegio donde pacíficos ciudadanos esperan para ejercer su derecho al voto.

Una vez junto a la cola se arremangan las chilabas y sacan unos tremendos alfanjes con los que empiezan una somera degollina. Los soldados españoles al observar tan nefando acto empiezan a disparar… al aire, mientras el sargento Arensivia trata de establecer un puente de diálogo que solucione el conflicto (para lo cual es necesario dejar de disparar ya que con ese ruido no se puede hablar). Como ni el sargento Arensivia sabe árabe, afgano o cosa que se le parezca, ni el soldado de Alá comprende el español con acento extremeño no se produce el entendimiento (un problema que no invalida el método, ojo) pero mientras tanto se ha logrado proteger el derecho al voto de los ciudadanos no degollados.

Agotados los puentes de diálogo por las imposiciones idiomáticas de un capitalismo imperialista salvaje que hace que en las escuelas de occidente se aprenda inglés y no la variedad pashtún del afgano (indudablemente más rica en vocablos y sonoridad que el idioma de Shakespeare), los soldados españoles deciden volver a disparar ya que los mártires de Alá están degollando a unos niños. Asustados por el griterío de la tropa hispana y porque al fin y al cabo tenemos los cetme bien engrasados los islamistas deciden irse con la degollina a otra parte (una decisión que también podría estar relacionada con el hecho de que ya no quede nadie por degollar) y emprenden una rauda maniobra de repliegue que consiste en darse la vuelta y marcharse andando mientras comentan los detalles de su acción y lo cachondas que estarán la huríes del paraíso sólo de verles.

Dada la agudeza táctica del repliegue del enemigo y que el centro de su misión es proteger el colegio electoral el contingente español no los persigue, ya se apañarán allí donde vayan.

- Joder sargento, yo creo que si algún día se enteran de que las balas son de fogueo las vamos a pasar putas.
- Alá no lo quiera, Alá no lo quiera.

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