25 agosto, 2004

Pujol tiene razón

El que fuera durante tantos años muy honorable Presidente de la Generalidad de Cataluña ha advertido en una conferencia reciente que el mestizaje podría ser “el final de Cataluña”. Estas declaraciones han sido criticadas por mucha gente, pero a mí me parece que no sólo son coherentes con la trayectoria política de Pujol sino que tiene bastante razón: el mestizaje podría ser, esperemos que sea, el final de “su” Cataluña.

Me explico, normalmente una región, un país o un pequeño pueblecito, tanto da, es una sociedad en marcha, es decir, no es un cuerpo de actitudes, sustancias culturales, costumbres o “hechos diferenciales” eterno e inamovible sino algo que va cambiando y que evoluciona en direcciones habitualmente imprevisibles.

Si tomamos por ejemplo la sociedad española podemos ver como ha cambiado en los últimos 30 años, y nos daremos cuenta de que, efectivamente, no la reconocería “ni la madre que la parió”. Eligiendo como modelo a mi querido y pequeño Benivente podemos prever que la enorme cantidad de inmigrantes que hoy en día residen por allí llegados desde los 4 puntos cardinales (es muy llamativo: sólo le falta la familia china con tienda) cambiarán al pueblo, que dentro de unos 5 ó 10 años será muy diferente al que conocemos ahora pero eso sí, sin dejar de ser Benivente.

¿Cuál es el problema de esto? ¿Por qué está tan preocupado Pujol? La razón es muy clara y bastante fácil de entender: el nacionalismo es una ideología que está basada en un sueño de un país o nación que en realidad no existe, así que su trabajo político, social y hasta cultural se encamina a construir esa “verdadera Cataluña” (puede sustituirse Cataluña por Euskadi, Galicia o Lepe, lo mismo da) que nunca ha sido. Esta es una de las razones por las que el nacionalismo es esencialmente totalitario, por que su propósito es no dejar que la sociedad se desarrolle y avance en libertad, sino controlar ese progreso para llegar a un modelo predefinido, es decir, exactamente lo que han hecho todos los fascismos o comunismos que en el mundo han sido.

Dentro de este modelo el mestizaje sería un fenómeno totalmente incontrolable y de consecuencias imprevisibles, pero que lo más probable es que nos aleje de esa Cataluña, Euskadi o La Rioja “puras, prístinas y eternas”.

Aunque la postura nacionalista que tan bien ha definido Pujol es francamente criticable cabría preguntarse si la llegada masiva de inmigrantes con escalas de valores y creencias muy distintas de las nuestras no puede suponer un riesgo para determinados valores que consideramos esenciales: el respeto a los derechos humanos, la igualdad de hombres y mujeres (ojo, igualdad, no paridad), el imperio de la ley y algunos de esos maravillosos inventos que la sociedad occidental ha desarrollado.

Para luchar contra eso y contra las consecuencias que puede tener disponemos de una única pero poderosísima arma: nuestras leyes fundamentales y la Constitución que consagra todos esos valores esenciales. Por eso es tan importante que la conozcamos y que la defendamos, por eso es también tan importante que una carta magna se limite a sancionar esos derechos y poco más. A partir de tener esos principios muy claros e intocables la sociedad evolucionará por sí misma y, seguramente, el mestizaje la ayudará a ser más rica.

Afortunadamente, ni la España ni la Cataluña ni el Euskadi “eternos” existen, los derechos de sus ciudadanos es lo único que debe ser eterno.

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